Fuertes signos de esperanza en Covadonga

Es común asociar la juventud con el futuro, pero basta un segundo de reflexión para darse cuenta que la juventud por sí misma no es necesariamente signo de un futuro mejor. Todo dependerá de la generación de padres y educadores, que estos jóvenes hayan tenido; el pasar de los años lo único que asegura es un crecimiento físico, pero no un crecimiento mental y mucho menos espiritual. Por tanto, no hay que engañarse, la juventud que haya sido alimentada en sólidos principios y valores cristianos, puede representar hoy un futuro prometedor.

Y vale la pena subrayar, “principios y valores cristianos”, porque, en la actual situación de decadencia de las sociedades occidentales, lo único que puede salvar de no ser presa de las ideologías de moda, o las utopías de un mundo mejor, es el cristianismo; pero no cualquier cristianismo.

Tampoco vale, ni sirve un cierto catolicismo de corte modernista, que está en boga hoy con múltiples manifestaciones que tienen mucho de sincretismo y no están anclados más que en el sentimiento de “estar y caminar juntos”, siendo lo demás, incluso la santa Misa, un evento más para darle el tinte católico.

Sin embargo, este pequeño resumen que os mostramos dice mucho de una nueva juventud... podríamos llamarla “la de aquellos que se arrodillan delante de Dios”; los que no temen volver al catolicismo de siempre, a las estructuras criticadas por los enemigos de la Iglesia infiltrados en ella, los que no temen hablar menos de diálogo y más de lucha, de sacrificio, de reconquista… Algo grande está naciendo y sabemos que quien pone las esperanzas en El, no queda defraudado.

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Y no son los únicos… Hay muchos más signos de esperanza. Y lo puede ser cada hijo o hija, que sea educado en la fe y en la sana doctrina de siempre, porque con ella será posible un contacto filial, personal, con el Único que puede vencer el mal que nos acecha, el Único que puede abrirnos los ojos a los sutiles engaños de aquellos que hoy están preparando la venida del anticristo.

Por tanto, signo de esperanza de salvación propia y de aquellos que encuentres en tu camino, puedes ser tu. Basta solo que creas, conozcas la fe y la vivas plenamente sin ambages y con la radicalidad que exigió el mismo Cristo a quien deseaba seguirlo. (Ver Mt. 19, 16)