Leer la Biblia ¿Por qué no?

¿Cómo leer la Biblia? Tengo ganas de leer la Biblia… ¿por dónde empezar? ¿Quién me puede guiar? Es que, he empezado y no entiendo… En fin, son muchas las cuestiones que se presentan al querer leer el bestseller de todos los tiempos. Pero la intención aquí es lo que vale y ese deseo no hay que dejar que se apague.

Ahora bien, creo que para pasar de un fogonazo de buena intención a una cosecha seria de frutos para la paz interior y el orden de la vida gracias a la lectura de la Biblia, hace falta un correcto planteo de lo que debemos hacer o entender para no desilusionarnos.

La mirada sobre el texto bíblico, puede ser una mirada desencarnada de la realidad de la Biblia, es decir la mirada del que además de considerarla un libro más, que piensa que todo lo que ve, todo lo que existe, no tiene una causa, no tiene un Creador. Sería la mirada del agnóstico, o del ateo.

Por el contrario, la mirada no necesariamente religiosa, pero sí realista, sería la de aquel que considera que nada existiría sin una causa, sin un Creador que no sólo hace existir a toda la creación, sino que le pone un orden exquisitamente sabio, que la misma ciencia humana, todavía no termina de descubrir.

Esa mirada realista, gracias al razonamiento, va más allá, y se pregunta con toda lógica, si es posible que un Dios Creador, que ha derramado su bondad en las maravillas de la naturaleza y especialmente en la creación del hombre, haya querido quedarse mudo, y no comunicarse con el ser humano, habiéndolo hecho un ser para el diálogo, ser de relación personal, comunicativo, con un deseo natural de búsqueda del más allá etc.

En ese discurrir del razonamiento, la mirada realista, reafirma lo que el pensamiento cristiano nos dice: Dios no sólo es Creador, sino Revelador. Dios se ha querido comunicar con el ser humano en la historia, entrar en diálogo, darse a conocer.

Si esto es así, la historia humana no es solamente humana. Es más, ni siquiera existiría si Dios no hubiera creado las el tiempo, el movimiento y las creaturas… por tanto, mirar la historia dejando de lado la intervención de Dios, es un error que nos lleva al fatalismo, porque si Dios no interviene en la historia, somos seres arrojados en este mundo presa del mal, sin ninguna esperanza.

Por el contrario, Cristo nos confirmó en toda su vida, con palabras y obras a un Dios que se ha revelado, se ha comunicado, ha hablado al hombre. ¿Y cómo lo ha hecho? Por medio de personas a quien El ha elegido. La Sagrada Escritura nos testimonia frecuentemente que Dios elije a quien quiere, sin importar condición social u otra diferencia. Dios eligió a quien quiso para comunicar su mensaje. Basta conocer las historias de la vocación de Abraham, de Moisés, de Jeremías, de cualquiera de los profetas, o de S. Pablo, primero perseguidor de cristianos, luego el gran Apóstol de los gentiles.

Dios quiso elegir seres de carne y hueso, falibles, humanos para comunicar su Palabra, al modo humano. Y comunica su mensaje considerando lo que son, considerándolos seres inteligentes, con una cultura, un carácter, un modo de expresarse etc. Dios les comunica su mensaje y ellos transmiten ese mensaje al pueblo.

La Biblia, o los textos sagrados existieron, podemos decir, primero de forma oral y luego esa tradición oral se fue poniendo por escrito. Por ejemplo el Evangelio de Marcos, el primero que se escribe, está datado entre los años 65 y 70 de nuestra era; y Jesús, muere, resucita y sube a los cielos alrededor del año 33 o 34. En este periodo hasta que se pone por escrito las palabras y hechos de Jesús de Nazaret hay una comunidad viva, llena de gracias especiales del cielo como la venida del Espíritu Santo; una comunidad que se reúne cada semana incluso en la clandestinidad debido a las persecuciones, para dos actos o dos ritos principales: la memoria de las palabras del Maestro, y la celebración de la Eucaristía. Esas serán para toda la historia posterior las dos partes que tiene la Santa Misa.

Otra consideración importante hacia la Biblia, es tomar conciencia de que si bien es una obra humana su Autor es Dios. Por tanto, mejor decir una obra humano-divina.

Dios se ha comunicado con los seres humanos, por medio de seres humanos, pero no a modo de dictado, sino teniendo en cuenta todas sus facultades, como hemos dicho. Así, por ejemplo, San Lucas es un médico y contará los hechos de Jesús, usando la terminología con la que El está familiarizado y donde pueda, pondrá detalles que conoce un médico, por ejemplo en Lc. 22, 44 Lucas, menciona que Jesús suda como gotas de sangre, fenómeno que la ciencia médica llama hematohidrosis. En los otros evangelios no aparece este detalle.

Si es Dios el que habla, el que comunica, y esa palabra no es una idea o una visión de la vida o de la historia de Moises, Isaías, Marcos, o San Pablo, entonces la mirada hacia el texto se diferencia absolutamente de la mirada hacia cualquier otro libro, por bueno o veraz que sea. Esto hay que pensarlo, porque el decir que eso es Palabra de Dios, no es un apelativo simbólico, sino la expresión de una realidad; una realidad que sitúa a los libros sagrados por encima de cualquier otro libro, y garantiza su veracidad.

Finalmente digamos, que hablamos de Biblia como un solo libro, pero en realidad, como su nombre lo indica biblia es conjunto de libros: 46 libros del Antiguo Testamento, y 27 del Nuevo.

¿Por donde empezar?

Estudiosos y maestros recomiendan no empezar por el principio, sino por el Evangelio más breve; primero porque Cristo es el centro y la razón de toda la comunicación de Dios a la humanidad, es la Palabra hecha carne, en y por la cual Dios nos ha dicho todo. En segundo lugar, porque Marcos es un Evangelio que posee menos detalles, pero nos da un “pantallazo”, una visión general de la Vida del Mesías. A partir de Marcos, es bueno leer en paralelo a Lucas y Mateo, ya que nos contarán prácticamente lo mismo, pero con más detalles. El Evangelio de Juan, por su profundidad y diferencia de estilo y objetivo lo podemos dejar para más adelante. Luego de los 3 evangelios sinópticos, podemos leer la otra obra de Lucas, que es Hechos de los Apóstoles, la vida de la Iglesia primitiva después de la Ascensión del Señor.

Con esta brevísima introducción no he tenido otra intención que animar a que esa chispa divina de curiosidad o necesidad, o lo que sea que ha hecho nacer el deseo de leer la Biblia, se transforme en el fuego divino del que habló Jesús, el fuego de su Palabra que todo lo purifica, todo lo anima, es la vida, el camino, la verdad que nos hace libres.