Cobardía católica y valentía progre

No hay que engañarse, hay católicos (laicos y clero) que acogen el Evangelio completo y hay otros que prefieren hacerle recortes… y no es secreto que éstos últimos son los que marcan hoy la línea pastoral de la Iglesia que bien puede ser identificada como modernista, o de pensamiento teológico inmanentista para quien entienda de filosofía metafísica.

Del modernismo nacen muchos vicios y errores, y uno de ellos es el considerar que la vida cristiana no es esencialmente una lucha, o que el cristiano no tiene enemigos. Cualquier persona con una mediana inteligencia encontraría en el Evangelio el aspecto ascético y luchador tanto en las palabras como en las obras de Cristo, sin embargo la tendencia eclesial acomodaticia a la mentalidad mundana que se viene desarrollando especialmente en esta última década ha logrado “formar” nuevas mentes, dicen, más inclusivas, más “fraternas”.

Los recortes al evangelio no son pocos, pero quizá el más significativo es aquel en el que Nuestro Señor, con santa ira expulsó a quienes no respetaban lo sagrado, el templo. Y no era que se estaban burlando del templo, pues simplemente habían usado el templo como lugar para ganancia propia. Lo cierto, es que más allá de circunstancias históricas o culturales, el Señor, que es Sabiduría de Dios, consideró lícito y debido reaccionar vehementemente ante quienes, por el motivo que fuere, profanaban.

En España, además de profanaciones por ejemplo de tumbas de cristianos, venimos desde hace mucho tiempo sufriendo ataques, cada vez más osados, a lo sagrado. En el pasado año 2024 desde el cartel de Sevilla hasta el mismo 31 de diciembre, en la televisión pública, precisamente en el momento de mayor audiencia, con todas las connotaciones de paz y buenos deseos que debieran tener las campanadas de fin de año, la presentadora Lalachus, más allá de su discurso de normalización de la obesidad, ha presentado “una estampita” que no era la vaquilla del Grand Prix, como dijo ella, sino un montaje o superposición de imagen del Sagrado Corazón de Jesús al cual España fue consagrada en 1919, reemplazando el rostro de Cristo por la vaca con cuernos de la Vaquilla del Grand Prix.

Ya el uso del término “estampita”, aunque tenga otras acepciones, para cualquier español, en el lenguaje coloquial se refiere a las de siempre, las estampitas religiosas. La intención ha quedado clara, como también el halago a la TVE, con algo que desgraciadamente en gran parte es cierto: muchos de los españoles están “formados” por la televisión en su modo de pensar, actuar, etc. 

¿Cuál es la reacción de la Iglesia española? Silencio “tolerancia”. A lo sumo, un vago deseo de que nos respetemos. Una actitud propia de la cobardía debida al recorte del Evangelio y a la deriva teológica-pastoral de la Iglesia actual muy preocupada de contentar más al mundo que a Dios.

“Que no es para tanto…” “Que no ha sido tan grave…”, “Que no provoquemos confrontación o crispación”; miles de motivos propios de quienes recortan aquellas palabras de Cristo “no tengáis miedo”, como también aquella de “Yo he vencido al mundo”… ¿Será porque lo sagrado no es considerado como suyo? ¿Será que cuando tocan intereses materiales, allí sí “se ponen las pilas” y plantan rostro al Estado? ¿Es esta la actitud cristiana válida? Si lo es, pues que demuestren cuales son los frutos ¿conversión? Porque lo que venimos viendo es que ante la pusilanimidad eclesial, la ideología hegemónica anti-católica sigue subiendo el nivel y lejos de acercarse al respeto, va coordinando cada vez mejor una sociedad anti-cristiana o indiferente a lo sagrado cristiano. El diálogo no puede ser el camino de la Iglesia cuando el que está enfrente no quiere dialogar, simplemente quiere que desaparezcas.