Hora de mirar al cielo (I)
Asistimos a un punto de inflexión histórico, un cambio de época y según la fe un cambio de era. En este blog, iremos dando pinceladas del dramático sucederse de los acontecimientos, sin descartar la mirada del creyente, que al fin quizá, es la más objetiva y esperanzadora. Fuera de ella, el hombre moderno encontrará sólo oscuridad y vacío.
En esta entrada, a vuelo de pájaro, una mirada muy simple de geopolítica.
Lo que estamos viviendo estas décadas es el paso de un mundo multipolar al mundo unipolar. Un proyecto ideado desde hace siglos, que ha tenido sus claros y sangrientos intentos con los regímenes totalitarios del siglo XX, pero que al fin, con la ayuda de grandes avances en un mundo globalizado, ahora parece que se dan todas las posibilidades de hacerlo realidad.
Nos dirigimos hacia la unidad, pero no en la libertad que tanto nos pregonan, sino en la esclavitud, bajo un solo amo.
El mundo multipolar, empezó su decadencia con las guerras mundiales, la transición que hemos vivido desde el final de la segunda guerra, ha contado con características multipolares en prácticamente todos los aspectos de la vida, ello permitió sistemas de gobierno como los llamados democráticos, que aunque estuvieran lejos de ser lo ideal, permitieron a los ciudadanos ciertas libertades a la que el mundo occidental se acostumbró. Sin embargo, en el plan global, era sólo una etapa necesaria para conseguir, en el decir de Huxley, que el ciudadano creyera que era libre y se volviera incapaz de reconocer la nueva esclavitud.
Se nos ha vendido esta libertad como la plenitud de libertad, para afirmar esa ilusión que es la democracia, el velo que enceguece nuestra visión auténtica de lo que pasa.
Se podría considerar este momento histórico como un cambio de amo, o no. Quizá el mismo amo con distintas caras. Es irrelevante.
Después de la segunda guerra mundial, EEUU dejó que Europa se desangrara y quedara en ruinas, para al final, entrar en acción y adueñarse de un triunfo sobre el nazismo que quizá le correspondió más a Rusia. Fue la lucha entre el feroz comunismo y el feroz nazismo. Ninguno de los dos moriría, sino que serían revestidos de diplomacia y buenos modales. Pero al fin, uno de los dos, reviviría con inusual fuerza en el siglo XXI: el comunismo. Tal como lo había anunciado, según los creyentes, una Señora… en Fátima.
Después de la segunda guerra mundial, acaece el Nuevo orden: EEUU, como principal protagonista de la victoria y de la paz, sube al trono de mando y empieza a ejecutar su plan de dominio sobre una Europa sumida en la pobreza. Así, crea la ONU, la OTAN y otras instituciones que irán adquiriendo a través de los años cada vez más poder. Al mismo tiempo se va incrementando en la mentalidad europea el relato de la bondad americano-europea, a la vez que se van concretando proyectos ” de unidad”, planes para unir a todos los países bajo un solo gobierno, que al fin y al cabo, obedezca y responda a los intereses de EEUU. Si cada país europeo conservaba su soberanía plena, sería difícil negociar con todos y sobre todo, que cada uno acatara sumisamente las visión geopolítica de EEUU, y sus planes.
Se crea la Unión Europea y los pueblos pierden su verdadera soberanía, aunque esto jamás se dirá en los medios. Los gobiernos europeos se irán sucediendo, en el decir del analista de geopolítica Adrian Salbuchi, bajo el modo bicicleta: se pedalea una vez con la derecha y otra con la izquierda. Partidos de izquierda y de derecha durante años lograrán que la población crea que es libre, y que es el pueblo quien manda.
Ahora viene la inflexión, el cambio se dará, más o menos del mismo modo, solo que el nuevo actor, nuevo amo, será China y el modelo será otro, algunos lo han llamado comunismo-capitalista, otros le han puesto nombres más diplomáticos como “capitalismo inclusivo”. En definitiva se trata de la ejecución de una o varias agendas, la más conocida la Agenda 2030, el caballo de Troya que acabará con la civilización de los valores cristianos.
El mundo multipolar tuvo su último defensor de peso, en la figura de Trump en la línea de Rusia. Sin embargo, los planes globalistas no podían permitir que su proyecto se truncase, y por ello, una “pandemia” fue el instrumento elegido para acelerar la carrera hacia la unificación del mundo. Había que poner en evidencia la debilidad de los países para gestionar una guerra biológica (eso es lo que fue la operación Covid-19), y por tanto, la necesidad de contar con instituciones sopranacionales, bien financiadas y las únicas capaces de hacer frente, a los modernos retos.
Asistimos en estos días, a un nuevo paso de un mismo proyecto: la puesta en marcha del viejo instrumento de la guerra, y pareciera que la historia se repite, aunque, como he dicho, para el cambio de amo y de modelo.
Para ello, hacen falta que Europa entre en guerra con Rusia, y quede en ruinas, para que al final aparezca un salvador, China, que pondrá las nuevas reglas del juego. Esta vez, China no tiene que destruir las instituciones globales, como la OMS, porque éstas ya le rinden sumisión y obediencia. Faltará poner a punto otras cosas, como la identificación digital y el crédito social para todos los ciudadanos europeos, lo cual permitirá perseguir al disidente e instaurar el modelo que ha dado garantías de ser el menos problemático, pues en el, quien disiente o desobedece, es castigado o excluido. Así de fácil.
El gran reseteo es ya una realidad… El mundo no volverá a ser como antes, y ni siquiera semejante.
Todo lo expresado en esta entrada no es, al fin, el sentido profundo de la historia actual, eso lo iremos descubriendo en sucesivas entregas. El sentido último apunta a hostilidad primera derrotada ya en su Cabeza, y en aquellos que se animan a levantar los ojos al cielo, y reconocerse sus criaturas.
DanielC.