La religión, única esperanza

Para justificar la tesis expresada en el título de esta publicación, será necesario, dejar en claro a qué religión nos referimos, al considerarla la esperanza del hombre, la esperanza de la humanidad en tiempos tan confusos como el nuestro. También sería válido leer el título como “la fe única esperanza”; obviamente explicando a qué fe nos referimos. Seremos breves y directos.

Dejamos de lado, con cierta lógica, las religiones no reveladas, es decir la gran mayoría que consisten en un esfuerzo del hombre por llegar a Dios. Nos centramos más bien en las religiones reveladas: judaísmo, cristianismo, islam. Parece mucho más lógico pensar que un Dios Creador, cuya esencia es ser amor, no haya dejado en la ignorancia, al hombre creado con una capacidad natural de querer conocer la verdad sobre su existencia y su destino, como también el camino de llegar a él. Por tanto, un Dios que se ha revelado, se ha dado a conocer, y ha dado a conocer al hombre lo esencial de la vida y el sentido trascendente de ésta, señalándole el camino, con enseñanzas hechas realidad en la persona de Jesucristo.

Solo la fe cristiana es y será siempre la única esperanza verdadera de salvación: descartamos el judaísmo porque fue superado y cumplido en Cristo, el Mesías. De este modo, también con Cristo el Islam no tiene sustento, ya que Cristo se presenta como el único Camino, La Verdad,  y la Vida, y quien lo niegue no está en camino de salvación.

¿Quién puede corroborar la veracidad de estas afirmaciones que hemos hecho?

En primer lugar, aquellos que viven el cristianismo como una experiencia de relación real y personal con Cristo, como el Dios vivo, hecho hombre, nacido en Belén, crucificado y resucitado en Jerusalén, por tanto hoy, hombre y Dios vivo.

En segundo lugar, aquellos que sacrifiquen tiempo y esfuerzos en investigar tanto la historia de Jesús de Nazaret como su obra y doctrina acercándose con humildad a los textos sagrados que lo revelan, no sin una buena cuota de humildad, pidiendo a Dios ser iluminados en estos “misterios”, es decir en estas verdades a las cuales no es posible llegar con los medios humanos.

En tercer lugar, aquellos que vivan los acontecimientos descritos en los libros sagrados, en especial aquellas profecías de Cristo, también las anunciadas de modo “encriptado” por su discípulo Juan en el Apocalipsis. Sin embargo, estos últimos, sin una ayuda de lo alto, podrán ser engañados por las fuerzas del mundo y las fuerzas del mal que intentarán ocultar todo vestigio de la intervención de Dios, en nuestro mundo, en nuestra historia.

Dios ya lo dijo

Dios es tan sabio, y nuestras realidades tan efímeras, que en pocos versos pudo, por medio del salmista dejar revelada la historia del mundo, y pareciera que estamos ya en el transcurrir de su acontecer: los poderosos de este mundo planean un gran reseteo, un nuevo orden mundial con un poder global, único gobierno, única moneda, única religión universal en la fraternidad; todo ello negando la verdad de Cristo, único Salvador. Es asombroso como Dios, por medio del salmista, aproximadamente en el s. X a.C., dejó constancia del desarrollo de estos planes y de su intervención.

En el salmo 10, encontraremos una descripción de los protagonistas malvados, y en el salmo 9, podemos decir la historia como sucederá.

En los versículos del 1 al 7, está contado desde el futuro, es decir desde la calma y paz, desde la victoria de Dios después de la tormenta:

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, 
proclamando todas tus maravillas; 
me alegro y exulto contigo, 
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo. 

Porque mis enemigos retrocedieron, 
cayeron y perecieron ante tu rostro. 
Defendiste mi causa y mi derecho, 
sentado en tu trono como juez justo. 

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío 
y borraste para siempre su apellido. 
El enemigo acabó en ruina perpetua, 
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre. 

Desde el versículo 8, la soberanía de Dios sobre la historia, su señorío, fuente de nuestra esperanza, como lo fue para Jesús en los momentos de la Pasión: sabía que Dios no lo iba a defraudar, sabía que Dios tiene en su mano el poder, y que el poder del hombre es nada ante El.

Dios está sentado por siempre 
en el trono que ha colocado para juzgar. 
El juzgará el orbe con justicia 
y regirá las naciones con rectitud. 

El será refugio del oprimido, 
su refugio en los momentos de peligro. 
Confiarán en ti los que conocen tu nombre, 
porque no abandonas a los que te buscan. 

Tañed en honor del Señor, que reside en Sión; 
narrad sus hazañas a los pueblos; 
él venga la sangre, él recuerda 
y no olvida los gritos de los humildes. 

Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos; 
levántame del umbral de la muerte, 
para que pueda proclamar tus alabanzas 
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión. 

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, 
su pie quedó prendido en la red que escondieron. 
El Señor apareció para hacer justicia, 
y se enredó el malvado en sus propias acciones. 

Vuelvan al abismo los malvados, 
los pueblos que olvidan a Dios. 
El no olvida jamás al pobre, 
ni la esperanza del humilde perecerá. 

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: 
sean juzgados los gentiles en tu presencia. 
Señor, infúndeles terror, 
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Cada vez, que veamos el incrementarse del mal, pensemos que la vida de Cristo, en especial su pasión, es un reflejo de aquello que, por misteriosos designios, tiene que ocurrir con el Cuerpo Místico de Cristo (los que siguen a Cristo), pero que siempre es Dios quien tiene la última palabra, es decir la victoria.

Probablemente estemos no muy lejos de ver su actuación, considerando que los indicios dados por Cristo, entre los que se encuentra la apostasía de su Iglesia se está dando. De ello, el mismo Magisterio eclesiástico ha dejado constancia profética en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 659-682, en particular el n. 675).  

Conclusión

Como conclusión señalamos aquello que ilumina de modo más notorio, a nuestra opinión, los acontecimientos geopolíticos que estamos viviendo especialmente a partir del 2020, año de inflexión y puesta en escena del mayor fraude sanitario de la historia, seguido ahora de otra gran farsa como la del calentamiento global antropogénico.

Señalamos del salmo 9 lo siguiente:

Defendiste mi causa y mi derecho, 
sentado en tu trono como juez justo.

El juzgará el orbe con justicia 
y regirá las naciones con rectitud.

El será refugio del oprimido, 
su refugio en los momentos de peligro. 

Confiarán en ti los que conocen tu nombre, 
porque no abandonas a los que te buscan. 

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, 
su pie quedó prendido en la red que escondieron. 
El Señor apareció para hacer justicia, 
y se enredó el malvado en sus propias acciones. 

Vuelvan al abismo los malvados, 
los pueblos que olvidan a Dios. 
El no olvida jamás al pobre, 
ni la esperanza del humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe: 

Sin dudas, para el creyente, páginas certeras que alejan la incertidumbre propia de quien solo ve el mal que avanza sin tener la esperanza de ser liberado, y mucho menos de gozar de una victoria.

Ojalá este salmo sea acogido en la fe, asimilado en el corazón humano como aquello que es, no obra humana, sino divina. Si es así, la esperanza está garantizada. El tiempo nos irá mostrando su realización.