Niño Jesús a San Jerónimo, para entendidos

En este tiempo de Navidad, en una sociedad que va perdiendo, ya no poco a poco, las razones profundas de aquella civilización que ahora disfruta, queremos publicar una simple anécdota que nos viene por la tradición sobre un hecho que le ocurrió a San Jerónimo, aquel gran intelectual y asceta que quiso gastar su vida en la oración y estudio de las Escrituras; y lo hizo desde el año 386 al 420 en Belén de Judea. De allí el siguiente suceso:
San Jerónimo se encontraba en plena oración en la gruta de Belén, cuando el Niño Jesús apareció súbitamente y le preguntó:
«Jerónimo ¿Qué me vas a regalar en mi cumpleaños?».
El santo, sorprendido por el prodigio le contestó: «Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca».
A lo que el Niño Jesús respondió: «¿Y ya no me regalas nada más?».
Desconcertado, el ya anciano San Jerónimo le dijo: «Oh mi amado Salvador por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras… ¿Qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti».
Entonces Jesús le respondió, «Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos».
Al escuchar esto, San Jerónimo comenzó a llorar de emoción y le dijo:
«¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!».
Allí el santo se dio cuenta de que lo que más desea Dios es que nos acerquemos confiadamente a Él, y le ofrezcamos un corazón humillado y arrepentido poniéndolo en las manos de su Divina Misericordia.
Creo que esta anécdota refleja el corazón de la Navidad. Por ello en el título hemos puesto “para entendidos”, porque la razón de que Dios entrara en este mundo como persona tiene una razón fundamental, y es que el ser humano manchado por la culpa de sus pecados se hace incapaz de unirse a Dios, y por tanto de llegar al destino para el cual fue creado que es la vida eterna.
Sólo los entendidos católicos saben relacionar NAVIDAD – PECADO.
Por el pecado entró el mal en el mundo, y ante el pecado Dios hace un acto infinito de Misericordia prometiendo un Redentor al mundo, aunque lo concreta primero en un pueblo insignificante como era el pueblo hebreo, que durante siglos vio la intervención de Dios en su historia, pero, paradójicamente, cuando el Mesías llegó, dicho pueblo se había alejado de la verdad divina, ateniéndose a caprichos y tradiciones humanos. ¿No nos sucederá hoy lo mismo?
