Si eres Rey, baja de la cruz

Si eres Rey, baja de la Cruz. Tan pocas palabras y resumen la historia de quienes persiguen, a sabiendas o no, instaurar la voluntad del hombre y no la de Dios.

Desde aquel “non serviam” toda la historia está marcada en su núcleo más trascendental, por la instauración de un Reino o de otro, que no siempre es evidente a los ojos ingenuos. No es la raza, ni el cargo, ni tampoco las emotivas prédicas lo que revela la pertenencia a un reino u otro. No es tampoco la elección, pues elegido fue el pueblo que crucificó al Elegido de Dios.

“Si eres Rey, baja de la cruz”, es el grito de la voluntad orgullosa del hombre, es el grito de la inmanencia también religiosa, eclesial que busca instaurar su voluntad, con etiqueta cristiana, en obediencia fiel a los dictados de un reino que desde el principio lucha por reinar en el mundo.

“Si eres Rey, baja de la cruz” parece ser el mejor resumen de la tendencia hegemónica que desde el postconcilio gobierna nuestras cátedras y vida pastoral: Preferimos verte como aquel que recorre las periferias, como aquel que come con publicanos o defiende a la prostituta. Con el tiempo, nuestra mirada de aquellos episodios ha madurado; “lo mismo de siempre” es ya obsoleto, la cruz del arrepentimiento no atrae, queremos más bien acentuar tu cercanía, tu acogida, tu acompañamiento y al fin, convencernos de que Tu aceptas a todos, todos, todos tal como son y nada más… No queremos nada más.

Si eres Rey, baja de la cruz. Porque, aunque no lo digamos abiertamente, no queremos predicar más un crucificado, ya no son aquellos tiempos medievales y tradicionalistas; hoy necesitamos que bajes de esa cruz, y seas el rey de aquellos que estamos muy preocupados por el planeta. Es que el clima nos matará y la Iglesia no puede permanecer callada.

Si eres Rey, baja de la Cruz… Te necesitamos aquí, porque tenemos un plan. Nos hemos aliado por el bien de la humanidad, hemos corregido aquel cruel capitalismo y el nuestro ahora es inclusivo.

Verás que si te haces nuestro amigo, podremos acabar con la pobreza, resolver la inmigración masiva, y al fin, mejorar esa naturaleza humana, logrando lo que tú querías, la Unidad. Seremos una sola cosa, todas la naciones, todas las instituciones, todas las religiones. ¡Te imaginas! ¿Qué más nos puedes pedir? Fíate de nosotros, fíate de quienes hemos recibido una luz sinodal del espíritu para reinar en el mundo. No te preocupes, también tú, tendrás tu lugar.