¿Católicos dormidos o ateos?
Cuando miramos la historia, descubrimos que los hombres sensatos (sabios) han sido quienes no han mirado sólo el fenómeno de lo que ocurría, sino que han indagado en su significado para proyectar el futuro y prepararse a lo venidero. Su sabiduría ha consistido en descubrir en los acontecimientos presentes el germen de lo bueno y lo malo que, con mayor probabilidad ocurriría. No estamos hablando de especuladores financieros, sino de hombres y mujeres de espíritu, conscientes del valor de lo inmaterial. En su gran mayoría fueron (y son) profundos creyentes.
Por su fe en un Dios Creador, que interviene en la historia, esos creyentes de verdad, han sabido individuar de entre la masa humana, aquellos profetas de cada tiempo, concepción amplia y para nada descabellada como hemos mostrado a lo largo de 4 artículos.
¿Quién busca hoy el significado de los acontecimientos?
Cuando hablamos del significado de los acontecimientos no estamos hablando de los augurios de futuro, predicciones, adivinaciones y cuanta charlatanería pulula en nuestra sociedad y suele llamar la curiosidad y hacer que mucha gente “cristiana” se vuelque a “conocer el futuro”; todo ello no es más que una expresión de la superstición que caracteriza al hombre moderno y “civilizado” de nuestros días, tremendamente ignorante en cuestiones religiosas.
De hecho, se constata que en los últimos decenios, se ha incrementado, especialmente en las sociedades occidentales más avanzadas el interés por el ocultismo, fenómeno ciertamente potenciado por todo el aparato mediático que va sembrando, lo que sea favorable a sus objetivos, desde propuestas para adolescentes hasta la misma moda que asume como innovación lo esotérico. ¿Confunde y vencerás?
A medida que decrece la fe cristiana, crece el interés esotérico. ¿Cómo se explica? Pues, cuando el deseo natural del Creador no se expresa hacia el Creador, necesariamente tiene que ser expresado, es decir vivido, en “cualquier cosa”. Ya lo decía el gran pensador convertido al catolicismo, G.K. Chesterton, “lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios (cristiano) no es que ya no crean en nada, sino que están dispuestos a creer en todo”.
Cristianos manipulados y sordos a Dios
Quizá en ninguna dimensión de la vida actual, haya más ignorancia que en el ámbito de la concepción cristiana del mundo, de la vida y de la historia.
Los “seguidores de Cristo” (eso sería un cristiano), no conocen cómo piensa Cristo, ni quién es realmente; apenas conocen el cristianismo de oídas. Por el contrario, bien asimilados tienen, miles de prejuicios que la mentalidad actual les ha impuesto. Trabajo de investigación propia, nada.
De modo particular, en España los bautizados reducen su fe cristiana a la participación en eventos sociales religiosos espectaculares (procesiones, romerías etc) donde lo folklórico ha copado prácticamente todo el sentido originario de esas fiestas, relegando el componente espiritual (relación) a una mera experiencia emocional, pasada la cual, toda la vida vuelve a la normalidad. Es decir, en la vida cotidiana, personal y familiar Dios no entra: Dios es una idea, su lugar es allá en el cielo, o donde sea, y debería aparecer cada vez que lo necesito.
No al Dios que predicó Cristo, que exige actitudes y conductas
No se acepta a un Dios que responsabilice de algo, no se acepta un Dios que ponga normas más allá de “las que ya sabemos como sociedad civilizada y democrática”; no se acepta un Dios que “se meta en la vida” moral, ni pública. Por tanto, ni las palabras de Cristo, ni sus mentalidad son la guía de sus vidas, más bien, se lleva una vida acorde a los postulados del mundo, intentando “ser buenas personas” en una sociedad donde Dios (y por consiguiente la Iglesia) tiene que ser democrático y acomodarse a lo elegido por la mayoría. ¿Es ese el Dios cristiano? ¿No es este estilo de vida un ateísmo práctico, es decir “vivir como si Dios no existiese”?
La “excusa perfecta” es señalar a la Iglesia Católica: el mal ejemplo de algunos de sus miembros que los medios repiten hasta el cansancio, y por esos, creerse justificado para llevar una vida de nombre “cristiana” pero sin referencia y relación al Cristo histórico, real y presente en la Iglesia, por su Palabra y sus sacramentos.
¿Para qué vino Cristo?
Cristo no vino al mundo para que fuéramos buenas personas, en el sentido actual de este término. No hacía falta que Cristo viniera al mundo a decirnos que es bueno ayudar al hermano necesitado, pues ya el paganismo y hoy los principios laicistas lo proclaman instando a todos a “ser solidarios”. Cristo vino al mundo, para algo más: vino a descubrirnos la trascendencia de la vida humana, y la trascendencia de nuestras decisiones en relación al Bien Sumo, que es Dios.
Son contados aquellos bautizados que viven de cristianos. Pocos son quienes han tomado conciencia de que Cristo vino a revelarnos la necesidad de purificación interior para la unión con Dios, a través del cultivo de una relación filial con Dios, lo cual necesariamente exige un estilo de vida claramente contrario a los postulados mundanos, y mostrado claramente por Cristo con obras y palabras.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto (San Pablo a los Romanos 12,2)
Cristo estableció un culto y ritos a través de los cuales Dios y el alma se unen.
Si el cristianismo y la Iglesia fueran sólo cosa humana
Pocos bautizados se han interesado lo suficiente por conocer su fe, para convencerse de que, solo Dios es guía segura hacia la plena realización existencial de todo ser humano, y que sólo en la práctica de los medios que Él ha establecido, se encuentra la paz interior y la salvación eterna.
Esos medios son la oración, la liturgia sacramental y el cumplimiento de su Palabra. Se necesita voluntad y dedicación para llegar a conocer adecuadamente estos medios.
Poquísimos bautizados tienen conciencia de la sobrenaturalidad de la religión, es decir de su aspecto trascendental, divino. Se comete el error de ver la religión y la Iglesia según la mentalidad mundana y no según la mentalidad de Cristo. Así, religión e Iglesia no pasan de ser un invento humano.
En la visión de Cristo, los bautizados viven con una visión trascendente de la existencia, con la esperanza de que un día Dios hará plena esa unión que, cada día cultivan en esta vida terrena, a través del contacto con lo sagrado.
El verdadero cristiano vive para otro mundo, sabiéndose un peregrino y hasta extranjero en este mundo.
Creo que lo dicho, basta para darse cuenta de la dificultad que la mayoría encontrará, al enterarse y tomar conciencia de las profecías de Cristo y sus advertencias para la historia, como también lo que sus discípulos, aquellos que vivieron con El, entendieron y dejaron por escrito.
¿Dios habla a la humanidad?
La religión judeo-cristiana se afirma en hechos históricos donde Dios durante siglos ha dirigido la palabra al pueblo, un pueblo que El escogió para revelar al mundo, las verdades más importantes para la existencia humana, como es el sentido de nuestra existencia en el mundo.
Hoy, la soberbia humana, tiende a negar también lo que Dios puede hacer. ¿Qué hay de irracional, que Dios Creador se revele a la criatura por El creada? ¿Qué hay de irracional, que Dios elija hombres y mujeres (casi siempre personas humildes y sencillas) para revelar su palabra?
El cristiano no encuentra razones para negar la intervención de Dios en la historia, por el contrario tiene razones para creer, en una palabra dicha o escrita por hombres, pero venida de Dios, y en este sentido quienes sirvieron como voceros de Dios comunicaron solo aquello que Dios quería fuese comunicado, por tanto palabra divina, que no tiene error. Si Dios quería comunicar los conocimientos más importante para la humanidad ¿no se ocuparía de que su mensaje llegara al destinatario, tal como El quería?
En cuanto a la palabra escrita y que llega sustancialmente intacta hasta nuestros días, nos referimos a los libros de la Biblia o Sagrada Escritura, cuya autenticidad como Palabra de Dios, y no palabra humana, fue proclamada y aprobada por la autoridad de aquellos que convivieron con el mismo Cristo (autoridad apostólica de la Iglesia primitiva). Todas estas afirmaciones se basan en extensos y rigurosos estudios histórico-bíblicos, que no son el objetivo de la presente publicación. (Para una introducción ver Catecismo de la Iglesia católica n. 50 y siguientes)
Dios no ha callado ni hoy calla
A lo largo de la historia Dios ha seguido recordando las palabras de Cristo, y lo ha hecho a través de sus ángeles y santos, pero especialmente a través de la Santísima Virgen María, quien especialmente en el s. XX, como madre amorosa se ha prodigado en apariciones, mensajes y advertencias a sus hijos. Sus profecías se han cumplido, otras esperan el momento de cumplirse, pero son avisos del cielo, que sensatamente habría que tener en cuenta.
Por tanto, estamos diciendo que Dios sigue comunicándose con la humanidad, pero no para decir algo nuevo, sino para recordar aquello que ya dijo en Cristo, Palabra completa y definitiva de Dios. Recordemos la misma promesa de Cristo que desde Pentecostés se está cumpliendo en el mundo, Evangelio de San Juan, capítulo 16:
v. 7 “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:
v. 12-13 “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir.”
Vale la pena leer los capítulos 15, 16 y 17 de San Juan, para comprender el plan divino de la revelación que el Espíritu santo durante la historia seguirá recordando y explicitando a la humanidad.
Distinción entre revelación pública y privada
Cabe insistir en la importancia de tener clara la diferencia entre la revelación pública de Dios que se dio durante muchos siglos expresada en la Biblia y en la tradición oral de la Iglesia y las revelaciones privadas que Dios, la Virgen o los santos han hecho a personas durante la historia hasta nuestros días, como obra del Espíritu Santo para reavivar, en los corazones y las mentes, la Palabra de Cristo.
La revelación pública de Dios a los hombres se dio en el pueblo judío (patriarcas, profetas) hasta que llegó el mismo Hijo de Dios, Jesucristo (Evangelios) cuya doctrina explicitarán aquellos que lo conocieron a partir de sus mismas palabras y obras.
Dios quiso que lo que había revelado para la salvación de todos los pueblos se conservara para siempre íntegro y fuera transmitido a todos los tiempos.
¿Para qué Cristo fundó la Iglesia?
Jesucristo estuvo en la tierra y en un territorio concreto pocos años, pero El se hizo hombre para la salvación de toda la humanidad; por tanto, para que su obra redentora pudiese continuar a través del tiempo, dejó una institución (La Iglesia) en la que se conservara su doctrina y fuera el instrumento (sacra-mentum: medio sagrado) de la unión de las personas con Dios (salvación)
San Pedro y los demás Apóstoles, a partir de su convivencia con Cristo entendieron que debían proveer a la continuación de la obra de transmisión del mensaje y la Gracia de Cristo estableciendo sucesores. La primer cabeza de la Iglesia (Papa) fue San Pedro y así hasta nuestros días, 266 Papas.
La misión de la Iglesia Católica es señalar el camino de la unión con Dios para salvarse (permanecer unidos a Dios, en la eternidad).
La Iglesia cumple su objetivo, cuando logra que los hombres y mujeres se unan a Dios y elijan a Dios como prioridad de sus vidas, pues esa decisión de vivir un estilo de vida según las enseñanzas de Cristo, es lo que garantiza que después de esta vida, Dios lleva a plenitud esa decisión uniendo perfectamente el alma a Dios que es felicidad infinita, Sumo Bien.
Si la Iglesia se convierte en una ONG, traiciona a Cristo
Sería un sinsentido para la Iglesia el dedicarse prioritariamente a cuestiones sociales, como erradicar la pobreza (que compete principalmente a la sociedad civil) y dejar de lado, su misión primera que es la salvación de las almas. Jesús lo deja claro muchas veces “De qué le vale al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?”.
Especialmente las últimas décadas, los enemigos del cristianismo intentan que la Iglesia sea una institución meramente humana, que se despoje de cualquier pretensión de “conexión” con lo sobrenatural, o de predicación de una verdad como objetiva y universal, y se transforme en una organización de beneficencia ¿es eso lo que leemos en los Evangelios?
¿Qué es todo lo que el cristiano debe creer?
Todo lo que Dios pensó comunicarle a la humanidad, y es necesario conocerlo y llevarlo a la práctica para salvarse, ya está en la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia que lo explica y desarrolla (Para entender estos conceptos ver el Catecismo)
El cristiano, si quiere seguir a Cristo y salvarse tiene que aceptar todo lo que Dios ha revelado, porque es Dios quien lo ha revelado. Eso no significa que su fe deba ser ciega, pues la fe tiene su fundamento racional y eso lo explica la ciencia teológica (Catecismo nn. 153 ss. aspecto racional de la fe).
Sin embargo, todo cristiano no tiene obligación de creer las revelaciones posteriores que Dios, o la Virgen o lo santos puedan hacer durante la historia. Obviamente, que no esté obligado, no significa que las revelaciones sean falsas.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que ”a lo largo de los siglos hubo revelaciones privadas, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia… Guiados por el Magisterio de la Iglesia, los fieles deben discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia” (Nº 67).
Nadie está obligado a creer en una revelación privada
Benedicto XVI escribió al respecto: “El valor de las revelaciones privadas es esencialmente diferente al de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en ella, en efecto, a través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viva de la Iglesia, Dios mismo nos habla. El criterio de verdad de una revelación privada es su orientación a Cristo. Cuando nos aleja de Él, entonces no procede ciertamente del Espíritu Santo… La revelación privada es una ayuda para la fe, aunque no es obligatorio usarla“. (Benedicto XVI, Exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini, 14)
La Iglesia (Papa u Obispo) cuando dice que “aprueba” una revelación privada, no obliga a creer en ella, sino que autoriza la devoción, como en los casos de Fátima o Lourdes, reconociendo la posibilidad de una intervención sobrenatural, por los hechos que allí se suceden, algunos milagrosos, otros simplemente de una actuación particular de Dios o la Virgen sobre algunas personas. Así, personas que han ido al santuario de Lourdes y ha sido curadas milagrosamente, o simplemente han tenido una experiencia espiritual fuerte que les ha cambiado la vida para siempre, dándoles un impulso para seguir fielmente a Cristo.
Para concluir y como broche de oro, nos complace presentar al gran intelectual y escritor Juan M. de Prada quien nos habla del mundo de las apariciones marianas