Deshumanizados
Estamos perdiendo humanidad, y estos últimos años han sido una caída en picada. Lo han denunciado grandes personalidades del mundo intelectual, aún a costa de ser derribados del pedestal, en el que por méritos y profesionalidad, se habían ganado antes del 2020.
En la actualidad, esta degradación de lo humano se nota en todos los ámbitos sociales: desde una charla entre amigos hasta el ámbito científico y académico.
Del mismo modo que actuaron los regímenes totalitarios en el s. XX, han actuado las ideologías estatistas debilitando las capacidades intelectuales y promoviendo las sentimentales e instintivas, hasta tal punto que la población, incluso la de cierta altura cultural, actúe movida por su sensibilidad y la creencia mayoritaria más que por argumentos.
En pocas palabras: ya no está permitido a nadie opinar distinto al relato de la mayoría. Y prueba de ello, es la actitud que observamos a diario: ante una opinión contraria, inmediatamente el cerebro es invadido por la sensibilidad, que niega abrir la mente a cualquier opinión que contradiga el relato mayoritario.
Lejos quedan aquellos tiempos en los que, dejando de lado la sensibilidad, el ser humano se disponía a saber escuchar y saber debatir con calma y concienzudamente. El debate serio y razonado, fue abolido aún de la esfera científica (¿recordáis aquel intento de primer debate sobre Covid-19?).
Es que todavía no caemos en la cuenta, de lo que fue realmente Covid-19. Es que rehusamos aceptar otra opinión que no sea la que a fuego nos han grabado en nuestra mente los medios. Rehusamos cualquier autocrítica, e incluso nos cae mal quien nos intente hacer ver, que la mayoría no puede ser criterio de verdad. Nos sentimos cómodos y tranquilos siendo parte de la masa que dice poseer la verdad.
Covid-19, fue el mayor experimento de ingeniería social contra la humanidad, y en especial contra aquello que durante siglos, o milenios, se había tenido en gran valor, como es el raciocinio, esa facultad única que identifica al ser humano haciéndolo capaz de filosofar, es decir asombrarse, dudar, cuestionarse, argumentar, debatir… Dicha campaña tuvo como principal aliada a la ciencia, o mejor dicho a los hombres de ciencia elegidos de antemano, “formados” para la obediencia ciega. Así, el 2020 fue el año en que la ciencia calló, obedeció y se volvió cómplice: una ciencia que no demostraba nada, que sólo imponía por autoridad, aceptando vilmente la censura al disidente que dijera lo contrario.
No fue casual que, a partir del año 2020 se invirtieran millones en perseguir cualquier tesis que surgiera fuera del establishment científico, coordinado, financiado y elegido por la tan poco transparente OMS. Tampoco fue casual, el que gobiernos como el español regara con millones a los grandes medios de comunicación, precisamente los que ya habían agigantado sus beneficios gracias a los confinamientos.
Se dice que “no hay peor ciego, que aquel que no quiere ver”, pero quizá estemos ante una situación peor: da la impresión de que aquellos que ven la situación sanitaria, política o geopolítica con la misma visión que le aportan los grandes medios, y los expertos elegidos a dedo por éstos, se han convencido de que no hay fuentes alternativas que sean capaces de aportar una visión real de la situación, dígase covid, vacunas, ucrania, feminismo, inmigración etc. Son relativamente pocos los que caen en la cuenta de la manipulación que se ejerce sobre ellos: es parte de un delicado y minucioso trabajo de ingeniería social ideado por los think tanks como el Instituto Tavistok. Una de las herramientas, hoy ya conocidos por todos, son los verificadores de verdad, al mejor estilo de las novelas distópicas de Orwell o Huxley. Aquí un buen resumen de lo que estamos hablando: ver enlace
A pesar de todo, y aún después de que la corrupción salga a la luz, el ciudadano alienado permanecerá en su fe ciega, fiel a quien le ha repetido siempre “escucha, mira, y obedece. No cuestiones”. Es el lema que ha caracterizado estos dos años. Todo aquel que contradiga el discurso único, es automáticamente tachado con las etiquetas de moda: negacionista, conspiranoico, apocalíptico o similares. Se trata, al fin de la nueva religión: creencia ciega en la palabra del poder global, que al fin, es poder privado, más o menos bien conocido ya que ha dejado de ser el poder en la sombra, y sus tesis fundamentales están al alcance de cualquiera que tenga un mínimo de curiosidad.
Prácticamente en todos los ámbitos sociales, se está haciendo realidad aquel deseo maligno de “ser como Dios”, es decir ponerse en el lugar de Dios, suplantar o suprimir, si fuera posible, su presencia. Lo están logrando en cuanto que el ser humano del siglo XXI ha desistido de su más potente capacidad de ver, que es la inteligencia. Ya no confía en ella.
Vale la pena, considerar y reflexionar sobre el camino que nos ha traído a esta tremenda crisis: este golpe de deshumanización, no se dio en un par de meses, ni siquiera de años, sino que es fruto de lo que el Papa Ratzinger denunció fuertemente en su Magisterio: el relativismo. Cuando lo denunciaba, ya el pensamiento idealista predominaba en universidades e incluso en seminarios religiosos, que habían abandonado el duro estudio de la filosofía o bien, se la consideraba según la opinión del mundo “una materia abstracta e inútil”. Es así, que la mentalidad relativista ha entrado en todos los ámbitos educativos, denigrando el papel de la razón humana para encontrar la verdad. ¿Hay alguien que hoy luche por reivindicar el papel de la razón? ¿Será posible volver a valorar la razón, cuando la mentalidad incluso la mentalidad eclesial se ve hoy trastocada del sentimentalismo, la sensiblería y la poca estima de los arduos argumentos racionales, teológicos y antropológicos?
Dos enlaces de gran interés:
EL MIEDO A LA VERDAD. LA FELICIDAD DE SABER. El testimonio de un médico que estuvo en primera línea de los supuestos afectados por Covid, pero que jamás dejó de cuestionarse y de ayudar a cuestionarse sobre lo que estaba pasando. Convencido de que la ignorancia trae el miedo, supo ofrecer al ciudadano de a pie conocimientos y también tranquilidad. No era como decía la TV. Durante la “pandemia” se nos orientó hacia una sola versión de los hechos: la oficial. El Dr. De Benito reconoció que eso era un error. VER PRIMER ENLACE
UNA MASA SUMISA Y ALIADA. El segundo enlace que quiero ofreceros, es extenso pero vale la pena escucharlo, para darse cuenta, al menos a grandes rasgos, cómo trabaja la ingeniería social para volver ciega, sumisa y aliada a la masa. Quizá responda a la cuestión ¿Cómo es posible que hayan bastado dos años para lograr una masa uniforme de pensamiento sobre cuestiones fundamentales como Covid, vacunas, ucrania etc? VER SEGUNDO ENLACE