La ley que causa PAZ Y ARMONÍA

Te imaginas un mundo donde cada uno se rija por su propia ley, algo así como “yo soy libre y hago lo que quiero”. ¿Quién se beneficiaría? ¿Quién perdería? Es muy necesario a la vida personal, familiar y social reflexionar sobre la cuestión de si, por nuestro bien, conviene obedecer a alguna ley. Que cada uno actúe como le parezca no parece ser lo más correcto; por el contrario observamos que cuando ciertas leyes y normas de convivencia no se cumplen, se produce el caos, el desorden, la violencia también en la armonía y paz de la propia vida.

¿Por qué hoy hablar de moral es casi un tabú?

Es tal, el trabajo de la ingeniería social (lo que antes llamábamos lavado de cerebro) que en la actualidad hablar de moral es algo arcaico y del pasado. Nos hacen creer que el bien y mal es relativo, que no hay normas universales e inamovibles. Lo más triste es que la gran mayoría de la población ha caído en la trampa y así es fácil convencerla de que por ejemplo “asesinar a un niño en el vientre materno” (aborto) es un derecho. Es la sociedad hipócrita que continuamente está hablando de derechos humanos de la democracia o del Estado de bienestar. Sin embargo, el cristiano sabe que hay una ley universal y que Dios la ha puesto en cada ser humano, hay una conciencia que me señala el bien y el mal…

Creer en Dios, es amarlo y amarlo como dice Jesús es cumplir los mandamientos. Que justamente son el código de conducta que nos libera de ser esclavos del mal.

También Jesús nos dice que vivir en la mentira nos hace esclavos, por el contrario vivir en la verdad nos hace libres.  Todo lo que necesitamos para ser felices más allá de esta vida es seguir el camino del bien que nos marcan los 10 mandamientos. Así también haremos felices a los demás.

La cuestión sobre el autor de la ley

Hablamos de ley moral, de conducta, pero ¿Quién me dicta la conducta correcta? Aquí está la cuestión de base, pues constatamos que en nuestra sociedad a veces se crean leyes injustas y el sentido común nos indica que no todo lo legal y permitido es bueno. También la esclavitud fue legal y eso no significa que era un bien. De ahí, sin ir más lejos, debemos sacar la conclusión que el ser humano es capaz de hacer leyes injustas, incluso leyes contra la vida humana como el ya legalizado “derecho” al aborto, la hormonización de menores, la eutanasia y otros.

En la mentalidad común, la ley no goza de aprecio, por el contrario se ve la ley como un obstáculo a la libertad, algo que condiciona, restringe nuestra libertad. En el caso de leyes injustas, esto es así, pero hay otras leyes que las despreciamos simplemente por no conocer el motivo que las justifica.

¿Y si el Autor de la ley es Dios?

Lógicamente hay un abismo inmenso entre leyes humanas y leyes divinas. Desgraciadamente la propaganda anti-cristiana ha hecho mucho para ridiculizar los mandamientos, y la población “ha tragado” a veces conscientemente esa propaganda. Así, ya no se enseñan los 10 mandamientos en las escuelas, cuando gracias a ellos niños y jóvenes aprenderían la clave de una vida interior en armonía, y se evitaría infinidad de trastornos psicológicos, insatisfacciones, depresiones, suicidios etc.

El primer mito que debemos derribar a la hora de razonar los mandamientos de la ley divina es la creencia de que los mandamientos fueron inventados e instituidos por alguna autoridad eclesiástica. No, no fueron los Papas, ni los obispos los que inventaron los mandamientos. Veremos que los mandamientos ni siquiera son un código de conducta específicamente cristiano (de Cristo).

¿Qué son los mandamientos? ¿Quién los inventó? ¿Da igual cumplirlos que no?

Para responder a esto, debemos partir de la observación de lo creado, del universo, de la naturaleza. Vemos que toda la creación está ordenada, hay un orden que se mantiene gracias a leyes de la naturaleza. El ser humano ha ido descubriendo esas leyes por medio de la ciencia, como también ha descubierto la finalidad que cumple cada cosa que existe.

Todo está ordenado y el orden garantiza la armonía. Una planta está diseñada, creada para recibir sol, agua, alimentarse de la tierra y así dar su fruto. Cuando le quitamos algo de esto, la planta no llega a cumplir, podemos decir “el sentido de su existencia”, no llega a “realizarse”. Porque la planta ha sido creada para algo, tiene en este mundo una finalidad. Así pasa con el ser humano, está diseñado, creado de un determinado modo para llegar a su realización plena.

La gran diferencia entre la planta, o los animales con el ser humano es que el ser humano tiene que realizarse por medio de su libertad, conociendo y eligiendo él mismo el bien que más le conviene. Así, solo el ser humano puede progresar o degradarse. Vale le pena preguntarse qué o quién lo hace progresar y qué o quién lo hace degradarse. En ello está la belleza y también el riesgo de la libertad humana.

Si el ser humano no se aparta del orden natural y escucha la voz de su conciencia, llevando a la práctica el bien que debe hacer y evitando el mal, alcanza la armonía interior personal, lo cual contribuye a crear la armonía familiar y social. Pero si el ser humano, contradice su naturaleza va destruyendo sus valores naturales.

¿Qué significa contradecir el orden natural? ¿Qué significa destruir los valores naturales?

Para responder a estas preguntas, debemos recordar que todo ser humano viene a este mundo con una consciencia moral. Consciencia es la ciencia de la conducta que traemos ya incorporada en nuestro ser. No la crea la cultura, ni ninguna institución civil o religiosa, la conciencia es, podemos decir, aquel juez que Dios ha puesto en nuestra inteligencia. Desde que el hombre es hombre tiene experiencia de su consciencia. Bien se enseñaba antes que la conciencia “es la voz de Dios en nuestra alma”.

La consciencia nos indica lo básico del camino del buen obrar y nos hace diferenciar el bien del mal. La conciencia no es intocable, se puede modificar: una persona puede ir acallando su conciencia y justificando sus malas acciones. La consciencia actúa antes de que hagamos algo, durante y después: advierte, señala, remuerde o felicita.

Hay cuestiones morales que necesitan estudio para darnos cuenta si se trata de algo bueno o malo, de ahí que la conciencia necesita ser formada, por criterios morales lógicos y sólidos en consonancia con el orden natural. Para realizar en nosotros esta tarea tenemos inteligencia, sentido común y el bautizado tiene la luz del Espíritu santo que le hace ver el bien y el mal.  

Ahora bien, los mandamientos son esa moral natural con la que ya venimos al mundo (moral innata). Dios nos ha creado con el código de conducta ya incorporado en nuestro ser. Ese código de conducta no es un “capricho de Dios”, sino aquel orden que nos permite realizarnos.

Mandamientos, custodios de los grandes valores de la persona.

Los mandamientos son leyes que custodian la armonía de la persona, el orden que debe existir en ella para que pueda realizarse. No estamos hechos para vivir solos. Cada uno de nosotros necesita relacionarse, necesita a su familia, sus amigos y necesita a Dios.  Necesita recibir algo bueno y dar algo bueno (afecto, protección, cariño, amor).  Los mandamientos son leyes que protegen nuestras relaciones. Los 10 mandamientos van a custodiar los valores más altos del ser humano. Así, los 3 primeros mandamientos van a custodiar lo más grande que puede tener el ser humano que es su relación con Dios, los otros 7 van a custodiar y proteger la relación consigo mismo y con los demás.

Por tanto, cumplir los mandamientos es amarse a sí mismos del mejor modo. Cumplir los mandamientos es recorrer el camino de la propia realización personal, tal como Dios nos ha pensado. Es por ello, que cuando un joven se le acercó a Jesús y le preguntó qué debía hacer para alcanzar la vida eterna, Jesús le dijo “cumple los mandamientos”. En otra ocasión Jesús dijo a sus discípulos “Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos”, aquí se refería a los mandamientos básicos y a los demás mandatos que había dejado Jesús para una mayor perfección o realización plena de la vida.

**** Lo que sigue es una explicación de la catequesis a niños y jóvenes.

MANDAMIENTOS SOBRE TU RELACIÓN CON DIOS

PRIMER MANDAMIENTO: AMARAS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS.  Amar de verdad a Dios, es ponerlo en el centro de nuestra vida, es decir hablar con El cada día, confiar en El, agradecerle, alabarlo. Quién no le reza, no le agradece y no lo alaba se hace mal a sí mismo, volviéndose una persona injusta ante Dios que le da la vida y por eso es pecado. ¿Puede ser buena una persona que es indiferente ante Dios, que la ama infinitamente?

SEGUNDO MANDAMIENTO: NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO.  Nadie quiere que su nombre sea manchado. Tampoco Dios. Por eso es un pecado, es decir una ofensa hablar mal de Dios, la Virgen, la Hostia Santa, los santos.  Hoy se ha vuelto casi de moda, hablar mal y hasta decir tacos sobre lo sagrado, la Iglesia, los ministros curas o monjas… Nuestra sociedad, a medida que ha ido alejándose de Dios, ha ido adoptando “costumbres” más parecidas al satanismo que al cristianismo.  

TERCER MANDAMIENTO: SANTIFICAR LAS FIESTAS. Es decir DAR CULTO A DIOS. Generalmente se expresa participando en la MISA del domingo, no por obligación sino por amor y para ser justos con Dios. No es un espectáculo, sino un culto comunitario. Venir a Misa para encontrarse con Jesús que hace el milagro de quedarse oculto en el Pan Consagrado. Venir a Misa para recibirlo en el alma y agradecerle que haya dado su vida en la Cruz, para que nosotros podamos vivir eternamente. La Misa es la Cruz, venir a misa es como venir al Calvario donde “Jesús muere por mí, y resucita por mi”. Todas las bendiciones más grandes se reciben durante la Santa Misa, simplemente porque sólo allí Jesús se hace VIVO y presente. Ningún bien llega del cielo a la tierra sino por medio de la Santa Misa.

MANDAMIENTO SOBRE TU RELACIÓN CONTIGO MISMO Y CON EL PRÓJIMO

CUARTO MANDAMIENTO: HONRA A TU PADRE Y A TU MADRE, es decir ámalos no solo con palabras sino con obras (acciones).  Esas acciones son: respetarlos, obedecerles, ayudarles, demostrarles tu agradecimiento y amor por todo lo que hacen por ti.  El que no hace esto, está siendo injusto, por tanto hace el mal, se hace mal a sí mismo y ofende a Dios.

QUINTO MANDAMIENTO: NO MATAR.  Es decir cuidar la vida propia y la de los demás. La violencia, las agresiones aunque sean leves es pecado. La violencia no se expresa solo con fuerza física, sino también con palabras, gestos o engaños. No cuidar la salud es pecado. Echar a perder la salud con el alcohol o las drogas es pecado porque es un mal para la persona. También dar mal ejemplo, o invitar a hacer algo malo es pecado porque daña al prójimo. Todo queda en nuestra conciencia y todo mal contribuye a la pérdida de la armonía y la paz interior.

SEXTO y NOVENO MANDAMIENTO: NO VER, NI PENSAR, NI HACER ACCIONES IMPURAS. Este mandamiento cuida la capacidad de amar que Dios puso en cada uno de nosotros. Amamos con el alma, pero a través del cuerpo. En la sociedad actual, a través de la TV, las publicidades y muchas canciones se proponen acciones “sucias” con el falso nombre de “amor”. No hablemos de la lacra social que significa la pornografía. Esas van cambiando la idea del amor auténtico y llevan a relaciones débiles, que después trae como consecuencias seres incapaces de amar de verdad, matrimonios que duran apenas unos años. Son tentaciones que si las aceptamos arruinan nuestra alma y nuestra mente. 

Además este mandamiento nos manda respetar nuestro cuerpo y el de los demás. Nuestro cuerpo es sagrado, es íntimo. Hoy la sociedad nos invita a quitarle lo sagrado que tiene y eliminar todo lo que tiene que ser íntimo. Debemos respetar con el pensamiento y con las acciones nuestro cuerpo y el de los demás.  Por eso hay que vestirse adecuadamente, respetuosamente. Sólo una sociedad decadente puede crear términos como “sexy” lo que es provocativo y normalizarlo. Ver programas impuros en TV o internet es hacernos mal a la propia alma, porque así se ensucia la mirada y la idea del verdadero amor.  Quienes eso hacen, jamás aprenderán a amar de verdad.  Jesús dijo un día: “Felices los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”.  Significa por tanto que los impuros ni son felices aquí, ni verán nunca a Dios si siguen en ese mismo camino.

En la sociedad en que vivimos hay muchas personas que no cumplen este mandamiento y por eso cada vez hay más familias destruidas, niños sin familias, y niños abandonados por no hablar de los crímenes que se cometen contra los niños… Esto mismo, lo provoca la sociedad “hipersexualizada”, aplaudida por la gran mayoría que lo ve como normal.

SEPTIMO MANDAMIENTO: NO ROBARÁS.  Este mandamiento me enseña a ser justo y respetar las cosas de los demás y por tanto, a devolver o reparar las injusticias.

OCTAVO MANDAMIENTO: NO MENTIR. Este mandamiento me enseña a amar la verdad, y por tanto buscarla.  Hablar mal de otra persona es pecado, es decir un mal para el que lo dice y para el que lo escucha. La mentira se ha vuelto una cosa común en nuestro mundo. Recordemos que cuando Jesús tiene que definir quién es el diablo, dice “es el padre de la mentira”. Hoy los grandes medios de comunicación viven de la mentira. Es un  horror que ellos sean impunes.

NOVENO MANDAMIENTO: (ver el sexto mandamiento) DECIMO MANDAMIENTO: NO CODICIARÁS LOS BIENES AJENOS.  Este mandamiento nos enseña a tener una relación humana con las cosas materiales, es decir no ponerlas en el lugar de Dios. No codiciar lo que tienen los otros, es valorar lo que tenemos. La envidia es un pecado y por tanto ofende a Dios.

OTRAS CUESTIONES AFINES (también de las clases de catequesis)

¿Dónde están escritos los mandamientos?

Los mandamientos ESTAN GRABADOS EN NUESTRA MENTE, o mejor dicho en nuestra CONCIENCIA. Todos los seres humanos hemos sido “fabricados”, hechos así, todos tenemos CONCIENCIA moral.  Además Dios quiso dejarnos escrito esos mandamientos en la Biblia. Dios se los entregó a Moisés en el Monte Sinaí.

 ¿Los mandamientos no me dejan hacer lo que yo quiero, entonces los mandamientos me quitan libertad?   En realidad no nos quitan nada de libertad, todo lo contrario, la conciencia cuida de la verdadera libertad, que es capacidad para elegir entre bienes posibles y adecuados.  

¿Cómo la conciencia cuida de mi libertad?  Pues la conciencia me marca el límite de mi libertad, y el límite es la frontera con el mal. Puedo libremente hacer todo lo que yo quiero, pero siempre que sea bueno, eso es libertad.

 ¿No soy libre de elegir algo malo si me gusta?

Elegir lo que está mal, o me hace mal, o hace mal a los demás no es un derecho. Simplemente imagínate si lo fuera… Por tanto, por más que una persona diga “soy libre y hago lo que quiero…”, en realidad es esclava de su capricho. Esto lo dejó bien claro Jesús “el que comete pecado se hace esclavo del pecado” (Ev. S. Juan 8,34).  Pero además no es difícil darse cuenta de esto. Quién roba significa que acepta en su vida el robo, y robar no es algo bueno. Siempre, cualquier pecado me pone de la parte del mal.

Pero, cuando una persona peca no quiere ofender a Dios. Esto es un engaño, porque Dios es el bien, todo lo bueno pertenece a Dios. Cuando la persona comete un pecado por ejemplo roba, miente, insulta, a otra, Dios que es buen Padre “siente dolor” por el pecador y por la persona ofendida. Todos somos hijos de Dios, y lo que hacemos al prójimo se lo hacemos a Dios.

Pero, por ejemplo si no voy a Misa un domingo ¿es pecado? El tercer mandamiento dice “santificar las fiestas”.  A Dios le debemos todo lo que tenemos y somos, y es deber nuestro ser justos con El, es decir agradecerle, encontrarnos con El, alabarlo. ¿Qué diríamos de un hijo que no habla con sus padres?  Por tanto, a no ser que estemos enfermos o realmente haya un motivo grave, dejar de ir a Misa el domingo es un gran injusticia y por tanto un pecado. La Misa dominical es la prueba de que Dios es Dios en nuestra vida, es decir es Aquel que ponemos en primer lugar.

Todos somos pecadores: Es cierto que todos cometemos errores y ofendemos al prójimo y a Dios. Lo importante es luchar para no ser esclavo del pecado. Si siempre cometemos pecados y no nos preocupamos por mejorar no seremos ni buenas personas, ni menos buenos cristianos. Tarde o temprano probaremos la tristeza que produce el pecado. Todo pecado esclaviza.

Todos necesitamos del perdón de Dios: Esta es una gran verdad, el perdón de Dios es lo más maravilloso que puede recibir una persona, pues Dios lo cura, lo limpia, lo abraza como Padre y le da las fuerzas para luchar contra sus defectos y así ser feliz.  Leamos las parábolas de la Misericordia en el Evangelio de San Lucas capítulo 15, una de ellas la del Hijo Pródigo, para darnos cuenta cómo es el amor del Padre Eterno. Eso es lo que hace Dios con nosotros cuando nos acercamos a El. (enlace)