Siglo XXI ¿profético? Parte 1: ¿Abrir la mente más allá de la ciencia?
A diferencia de los animales, el ser humano vive el presente con la mirada puesta en el futuro: piensa en el futuro, sueña con ese futuro, se fija metas y busca medios para el futuro, planifica, se prepara, “camina hacia”…
El futuro se presenta a la conciencia como posibilidad, y en tiempos borrascosos como los que vivimos actualmente, la preocupación aumenta, porque el camino empieza a llenarse de obstáculos y oscuridades. Es lógico, que en esta situación echemos mano de cuanto pueda darnos alguna pista, que nos ayude a seguir soñando, pero más que nada, nos ayude a prepararnos para lo que pudiera venir.
Entre esa minoría de creyentes cristianos practicantes, nos parece a veces, dilucidar algo inexplicable: su confianza en quien creen, como si supieran lo que sucederá, y una actitud que los lleva aferrarse más a su fe, y vivir así una paz envidiable. En nuestro siglo XXI, no son más que una ínfima minoría.
¿Es posible conocer algo más allá de lo científico?
Puede llamar la atención esta pregunta, ya que pareciera no referirse al tema, sin embargo, es útil plantearse la cuestión de si podemos conocer más allá de las posibilidades de la ciencia. Obviamente no vamos a explayarnos ni hacer un estudio sobre el tema, sólo el planteo nos basta, y su utilidad estriba en que, contrariamente a lo que podríamos pensar, los movimientos filosóficos y políticos modernos han reducido el espectro de las fuentes del conocimiento válido: “solo es verdadero, aquello que la ciencia confirma”. ¿Es absolutamente verdadera esta afirmación?
Frecuentemente la palabra dogma es utilizada de manera peyorativa y referida a lo religioso, particularmente cristiano, sin embargo se habla poco de ciertos “dogmas” que se fueron imponiendo en la sociedad occidental en detrimento de la libertad del hombre. Es más, se impusieron en nombre de la libertad. Uno de ellos fue determinar qué conocimientos son válidos y pueden aportar verdad, y qué conocimientos hay que, por principio, descartar. Y esto se extendió por todas las universidades, hasta hoy, para “formar” las mentes, según los postulados que impusieron algunos, como “dueños de la verdad”.
Lo cierto es que, de ese modo, se cerraron algunas puertas al conocimiento humano: en una palabra, en vez de reconocer que la ciencia no lo ve todo, y que la razón humana puede conocer más allá (metafísica por ejemplo) se cerró la mente de los estudiantes para que no vieran más allá de lo que la ciencia puede ver. De este modo se circunscribió la verdad en los mezquinos límites de la demostración empírica y los principios acordados por aquellos “genios”.
Abrir la mente para ver más allá
Sin embargo, quienes logran darse cuenta del engaño y, aún por sentido común, reconocen que somos capaces de conocer más allá de lo científicamente demostrable, se rebelan a la cerrazón de sus mentes y siguen aspirando a conocer verdades, que hasta llegan a experimentarlas después de haberlas aceptado con un corazón humilde, y menos soberbio que aquellos que se creyeron dueños de la ciencia y del saber.
¿Será ésta la realidad a la que se refirió el más grande entre los grandes, en su oración al Padre?: “ «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla (…) Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.» (Evangelio de S. Lucas, capítulo 10)
Profetas ha habido siempre
La historia humana toda, ha estado marcada o mejor dicho guiada por profetas de cada tiempo, los cuales no hemos de confundir con “aprovechados” de cada tiempo. El profeta ha ayudado a ver en el presente las consecuencias del futuro, ha cumplido una misión incómoda, no ha temido hablar de lo que otros se burlarían, ha ido contracorriente exponiendo su propia vida.
Ha habido profetas que por su propia lucidez intelectual han visto más allá, que la mayoría; ha habido otros profetas que han recibido una luz de lo alto, para ver lo que mente humana no podía ni siquiera intuir. Generalmente, ni uno ni otro, han sido escuchados en su época, y sólo el tiempo y los acontecimientos ha hecho volver hacia ellos el respeto y la autoridad, aunque también un profundo arrepentimiento de no haberlos escuchado a tiempo.
Amar la libertad de conocer más
El cristiano, practicante y culto, es una de esas personas que ama su libertad y no consiente someter su libertad y visión de la realidad a los estrechos parámetros de la ciencia del pensamiento moderno, y por ello tiene también un oído abierto a la voz de los profetas: sabe que Dios, a la vez que respeta la libertad humana, guía la historia, y que El mismo ha querido entablar relación con la humanidad a través de hombres y mujeres elegidos.
En los tiempos modernos, de sobrecarga de información o desinformación, también surgen profetas, la clave está en distinguir quienes son verdaderos y quienes no lo son. Para ello el cristiano cuenta con una Luz interior, prometida por Cristo a todos aquellos que estén dispuestos a guiarse por su Espíritu Santo.
También el no practicante, o incluso el ateo, si tiene la valentía de “abandonarse” a la guía del buen Espíritu, no quedará sin su recompensa. El humilde reconocimiento de la propia “creaturalidad”, y el reconocimiento de la Soberanía divina son la debida condición, para que Dios bendiga.
¿No es absurdo creer en revelaciones?
Dicho lo dicho, nos disponemos a realizar, en 4 entregas, un análisis básico de conceptos y concepciones que nos permitan responder a cuestiones tales como: si es o no razonable tener en cuenta a los que podríamos llamar “profetas de nuestro tiempo”, en particular “profetas que nos comunican mensajes de apariciones de la Virgen” (Loudes, Fátima, Medjugorge etc). En sentido más extenso, los hay profetas que conjeturan a partir de los acontecimientos actuales, usando la ciencia bíblica.
Es deber huir de la aceptación de un mensaje sólo porque “sentimos” que es verdad, o porque “nos cae bien”. Es cierto que la fe es un don que permite ver más allá, pero ello no excluye el análisis “racional”, al menos para cerciorarnos de que intelectualmente no es absurdo, consentir a determinadas revelaciones sobrenaturales. También es deber, huir de quienes en nombre de supuestos criterios de ciencia, niegan toda intervención sobrenatural.
Lo primero que surge en la mente, al hablar de estas cosas, es la siguiente cuestión: ¿Es posible una revelación divina, es decir una intervención de Dios en la historia?
Hay tratados que estudian este tema, los cuales demuestran que, una vez reconocida la existencia de Dios como Bondad misma, no sólo no es absurdo, sino que sería lógico que Dios se diese a conocer o diese a conocer verdades naturales (al alcance de la capacidad humana) o sobrenaturales (fuera del alcance de la capacidad humana), necesarias para el sentido de la vida humana, que el hombre naturalmente busca.
La religión judeo cristiana se basa en acontecimientos históricos (hechos y revelaciones) de Dios, que interviene en la vida de los hombres, como Creador, Padre o Juez.
¿Qué dice la ciencia?
A lo largo de la historia se han ido sucediendo hechos, inexplicables para la ciencia, comúnmente llamados milagros. Hay una multitud de casos, analizados por peritos, con la misma conclusión: “la ciencia no encuentra explicación para ello”. En el ámbito católico, por ejemplo, ningún santo es canonizado sin que antes una comisión científica no compruebe un hecho ocurrido sin explicación para la ciencia.
Es razonable entender que estas cuestiones merecen un estudio serio, como también una cierta purificación de la voluntad a la hora de encararlos. Me remito a lo que decía al principio de esta entrada: debido a la influencia de la “formación” moderna en el método de la búsqueda de la verdad, se parte de postulados o prejuicios sin fundamento, como por ejemplo la negación por principio, de algo que salga de los límites de la observación humana. Se postula, por ejemplo, que lo que llamamos milagro, necesariamente tiene que tener una explicación natural, pues se afirma “lo sobrenatural no existe” (simplemente porque no podemos demostrarlo empíricamente).
El endiosamiento de la ciencia, como dijimos, cierra la mente y no le permite elevarse más allá de lo establecido por el consenso científico, y demostrar que es racional y no absurda su probabilidad.
No son pocos los grandes científicos que han tenido la humildad de reconocer la mano de Dios en acontecimientos humanos, uno de ellos es Alexis Carrell, premio nobel de medicina 1912.
Enlaces para profundizar:
- Significado de la Revelación. Posibilidad de la Revelación. Necesidad de la Revelación. Criterios de la Revelación. La Revelación Cristiana AQUÍ
- El cristiano católico frente a la revelación como intervención de Dios (Catecismo de la Iglesia Católica parte 1 AQUÍ)
- Explicación en audios de los contenidos principales de la revelación de Dios y el sentido de la vida humana, a partir del YouCat, Catecismo para jóvenes AQUÍ.