Siglo XXI ¿profético? Parte 2: Ciencia, razón y fe se iluminan mutuamente

Ritual de apertura de la boca (alimento para la otra vida)

En la primera parte de nuestra entrega, decíamos que especialmente el pensamiento moderno se ha apropiado indebidamente de las fuentes del conocimiento limitando la capacidad de la razón humana a considerar verdadero, sólo aquello que se encuentra entre los parámetros, puestos por los intelectuales del pensamiento moderno, desde Descartes. De este modo, en una sociedad que grita a los cuatro vientos el eslogan de “mente abierta”, es donde se ha cerrado la mente, a la intelección de conceptos que están más allá de lo que la ciencia puede corroborar.

El ser humano es un ser religioso por naturaleza

El ser humano es por naturaleza un ser religioso y eso lo muestra la historia, datos arqueológicos en mano. La creencia en el más allá, ha acompañado al hombre desde su mismo “aparecer en este mundo”, aún el hombre de las cavernas ha sentido, vivido y expresado su tendencia natural a lo divino y trascendente.

La religión no es un producto de la cultura. El sentido de lo religioso nace con el ser humano. No es ni la cultura ni los líderes quienes inventan esto. Así como el ser humano es naturalmente social, así es naturalmente religioso, es una tendencia natural que cuando no la pone en el Dios real, la debe poner en algo que lo lleve a trascender este mundo (esoterismo, sectas, droga, adicciones modernas como las digitales etc). Es lo que hacía decir al gran intelectual G.K. Chesterton que cuando el hombre no cree en Dios, empieza a creer en cualquier cosa. Es muy interesante conocer el camino intelectual que recorre este eximio intelectual para llegar a la fe cristiana. Un artículo que puede servir de introducción AQUÍ.

La posición de indiferencia ante Dios es más cómoda

Si bien, la cuestión de la existencia de Dios y el planteamiento de su “demostración” es otro tema, necesitamos en esta serie de artículos encaminados a entender las profecías en la época actual, dejar más o menos claro que la ciencia no está capacitada para negar la existencia de Dios.

En una sociedad que nos ha inculcado la comodidad como valor prioritario de la vida, es cómodo posicionarse en la indiferencia ante Dios y la religión. Generalmente se señalan como causas del ateísmo sea teórico, como práctico (vivir como si Dios no existiese, pues no tiene ninguna influencia en la vida personal o social), la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia religiosa o una formación religiosa infantil, el mal ejemplo de algunos creyentes, un ambiente hostil a la religión (como el actual), una equivocada concepción de Dios, o la conveniencia de una vida moral “libre” donde nada, ni nadie me señale que alguna acción es mala.

Un gran estudioso y amante de la astronomía, como el p. Jorge Loring cita a un científico italiano para definir la posición del ateo: «El ateísmo no tiene a sus espaldas ni la ciencia ni la razón. El ateísmo es también un acto de fe. La única diferencia es que el ateo tiene fe en la nada, y el cristiano la tiene en Dios. Quien quiera profesar la fe en la nada, que continúe siendo ateo; pero a  condición de que no pretenda que su opción esté motivada por razones científicas»

El siguiente vídeo del periodista Emmanuel Danann puede situarnos en la cuestión de Dios y los que hoy niegan, sin fundamento, el origen divino del Universo, por cierto, en contraposición a la mayoría de científicos.

El pensamiento humilde lleva a la fe

Vivimos en una época donde se piensa poco, y cada vez un pensar profundo se hace más ajeno a la población; ya no hay lugar para el silencio, para la reflexión.. Sólo cuando alguien decide traspasar esas barreras impuestas por la mentalidad moderna, se abre otro mundo, un mundo real, el mundo del espíritu, el mundo del pensar… (todo ser humano es filósofo), y de allí no se está lejos del camino a la fe. Pero como decía Juan Pablo II: “Ni fe sin razón, ni razón sin fe”.

Mirada de adultos. De niños el catecismo se nos contó en forma de cuentos y dibujos, era lo natural. Si de adultos seguimos con esa forma de ver las verdades cristianas, es obvio que nos resultará infantil y hasta irrisoria. Es necesario dar un paso de sensatez: madurar, crecer y pensar lo religioso como adultos.

Ser mejores personas. Amarse de verdad es interesarse por todo aquello que somos, cuerpo y alma.  Pensamos, queremos, deseamos, amamos, odiamos, envidiamos… todas acciones que no hacemos con el cuerpo sino con el alma y son acciones que nos definen como personas! Nos hacen ser más o ser menos personas! De mejor calidad o de peor calidad! Definen nuestra humanidad.  

Por eso, no hay nada en la vida tan importante y esencial como saber interiorizar y desde lo profundo buscar las verdades más profundas de la propia existencia. Es necesario adquirir aquello que tuvieron nuestros abuelos y los que construyeron nuestra civilización: una experiencia de lo sagrado. Pero, primero hay que empezar por pensar y respetar lo sagrado.

Pero, ¿podemos conocer algo de Dios?

¿Podemos saber algo de Dios? ¿Podemos demostrar que tenemos algo que ver con Dios? ¿Podemos afirmar que Dios interviene en nuestra historia? Quien da una respuesta negativa a estos interrogantes lo hace por comodidad o con fundamento débil. Los mayores pensadores de la humanidad no han querido esquivar estas cuestiones. Una seria búsqueda de la verdad en este ámbito nos llevará a un cierto conocimiento “científico” de Dios, sin dejar de lado el razonamiento y la lógica.

El Catecismo de la Iglesia Católica, desconocido por la gran mayoría de bautizados, es uno de los más autorizados documentos de nuestra civilización. Lo reconocen aún intelectuales ajenos a la religión.

La Teología católica es una ciencia con reglas propias, fundada en la filosofía realista. La teología es una ciencia única y, podemos decir, es aquella disciplina que pone “a tope”, lo que pueda dar la inteligencia y la razón humana. Mientras otras ciencias, como la medicina por ejemplo, tienen como objeto estudiar el cuerpo humano, (y ya de esto hay mucho por descubrir), la teología se propone estudiar a Dios y la relación del mundo y del hombre con Dios. Y lo hará desde la razón (teología natural, no requiere la fe) y desde la revelación de Dios (teología “sobrenatural” o dogmática, requiere fe y reconocimiento de que Dios puede comunicar a la humanidad verdades que no podría encontrar a través de la razón).

Creer que Dios puede intervenir en la historia no es absurdo

Lo que proclama el cristianismo, es que en la historia ha ocurrido algo: Dios ha intervenido, se ha revelado. Dios Creador ha tenido la iniciativa. Dios ha hablado en nuestra historia y tenemos pueblos enteros, generaciones de testigos, fechas, personajes reales. Hay demasiado dato para negar la intervención de Dios en la historia.

Para afirmar intervenciones de Dios en la historia, la teología se sirve de otras ciencias, por ejemplo, La historia bíblica y extra-bíblica, la arqueología bíblica, la hermenéutica y exegesis de los manuscritos bíblicos y extra bíblicos. Dios ha intervenido y lo sigue haciendo hasta hoy: No son pocos los acontecimientos que podemos calificar como milagrosos. Es más, cada persona con un poco de humildad, de un modo u otro, tiene una cierta experiencia de que Dios está, de que Dios interviene, de que toca su vida.

La filosofía, ciencia del pensar, será la principal aliada de la teología. La cuestión de Dios, de la vida después de la muerte, del mal, del sentido de la existencia humana han sido siempre objeto de estudio de los más grandes pensadores de la humanidad. Para los grandes filósofos de la antigüedad, en cierto sentido, la existencia de Dios no era un problema, Dios tenía que existir. Otra cosa era cómo demostrarlo. Pero ya ellos hablan de un ser superior causa incausada y le atribuyen características propias (Aristóteles, Platón).

El laicismo actual y la fe cristiana

De una gran densidad y profundidad son las palabras que dijo el Papa Benedicto XVI, en la Plaza de San Pedro el 11 de mayo de 2011, poniendo en evidencia que cuando se disocia el componente natural religioso, de la vida del hombre, sólo se halla caos y destrucción:

“Hoy quiero seguir reflexionando sobre cómo la oración y el sentido religioso forman parte del hombre a lo largo de toda su historia.

Vivimos en una época en la que son evidentes los signos del laicismo. Parece que Dios ha desaparecido del horizonte de muchas personas o se ha convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente. Sin embargo, al mismo tiempo vemos muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de Dios para la vida del hombre, una exigencia de espiritualidad, de superar una visión puramente horizontal, material, de la vida humana.

Analizando la historia reciente, se constata que ha fracasado la previsión de quienes, desde la época de la Ilustración, anunciaban la desaparición de las religiones y exaltaban una razón absoluta, separada de la fe, una razón que disiparía las tinieblas de los dogmas religiosos y disolvería el «mundo de lo sagrado», devolviendo al hombre su libertad, su dignidad y su autonomía frente a Dios. La experiencia del siglo pasado, con las dos trágicas guerras mundiales, puso en crisis aquel progreso que la razón autónoma, el hombre sin Dios, parecía poder garantizar”. (texto completo)

Enlaces para profundizar este tema:

  1. Sobre el método racional que se sigue antes de proponer una verdad religiosa, en el siguiente documento se describe de modo simple el itinerario.
  2. Más sobre la dimensión religiosa del ser humano y la cuestión de la existencia de Dios en este artículo.