Iglesia sin autoridad
En una época donde se intenta, incluso desde el ámbito católico, cambiar las estructuras sobre las que se ha edificado la civilización occidental, justificándose en una creatividad que deja de lado la sabia tradición, los grandes principios y el ejemplo valiente de quienes dieron la vida por defender la verdad cristiana; en los templos católicos este domingo resuena una palabra: Jesús “enseñaba con autoridad”. (leer el texto del Evangelio)
No deja de ser un llamado de atención a cada persona que es Iglesia, ya que pareciera que los católicos hemos cedido a la presión del mundo que nos intenta relegar a la altura de discípulos de un maestro de opiniones. Nos ha invadido el miedo del qué dirán los adalides del relativismo y la corrección política si osamos decir que hay una Verdad con mayúsculas y que es una persona: Cristo.
Nos han colado el cuento del diálogo sobre todo y con todos, bajo la condición de no manifestar nuestra identidad es decir nuestra riqueza, ciertamente no por mérito propio, de poseedores de una verdad que es eterna y universal. ¿Por qué tememos poner nuestras condiciones, que al fin y al cabo no son nuestras, son las de Cristo?.
Diálogo sí, pero desde nuestra profunda identidad, la de discípulos de Aquel que es Camino, Verdad y Vida, sin temor a proclamar que El, y sólo Él es la Verdad absoluta, la única salvación del ser humano. Nadie se salva sino por El. Ya basta del diálogo que cede a callar la confesión clara de la propia fe, con el objetivo de abrazar melosamente al hermano, en una fraternidad que Cristo jamás predicó. Basta ya de la misericordia desligada de la verdad.
Diálogo sí, pero desde nuestra identidad de ser enviados, no con un consejo, sino con un mandato: “Id por todo el mundo.. bautizad.. enseñad”; remarcando que la enseñanza no es secundaria al testimonio, sino aquello que le da peso y veracidad. Doctrina sin testimonio sigue siendo doctrina y si cada uno va a esperar vivir plenamente la doctrina para luego predicarla, no la predicará jamás; por tanto predica a tiempo y a destiempo, también a destiempo de tu propia pecatoriedad, pues la verdad tiene su peso, su fuerza, y su luz no se apaga, porque le falte tu testimonio.
El Evangelio de Marcos, 1, 21-28, nos muestra la reacción que hubo en Aquel ambiente ante Jesús que enseña. ¿Qué sucedió? Las tinieblas se vieron descubiertas. Y Cristo tuvo que hacer un exorcismo.
Es que la doctrina de Cristo es luz que ataca y destruye las oscuridades, y deja al descubierto las mentiras y sobre todo las esclavitudes del hombre. Y que poco hoy se habla de la esclavitud más triste, la del hombre y la mujer modernas esclavos de la mentira.
De esa fundamental esclavitud el ser humano, se librará solamente si hay alguien que considere la educación como enseñar en primer lugar a pensar, que sepa transmitir convicciones, que sepa comunicar verdades con autoridad y no sólo con la repetición sensiblera de cliché que halagan los sentidos pero que poco y nada ilustran o iluminan las mentes.
El mundo necesita una Iglesia que no tenga miedo a decir la verdad, en especial la verdad que contradice lo que el mundo pregona.
Video complementario: sobre EL FRACASO DE LA EDUCACIÓN ACTUAL