Mente abierta, anímate a encontrar “El tesoro de la Isla”.
Cuando niños, nos gustaba “la búsqueda del tesoro”, quizá ese concepto hoy no ha perdido su actualidad y aquello fue una figura de lo que hoy, como adultos, nos puede hacer la vida más libre, más interesante, más bella y con mayor esperanza. Para llegar al tesoro es necesaria una mente abierta.
Una persona de mente abierta, en la mentalidad actual se podría definir como aquella que acepta lo nuevo porque es nuevo, dejando de lado toda valoración crítica y acomodándose a la tendencia social dominante. Tener mente abierta sería alinearse con la oferta de moda, “lo que está aceptando la mayoría”. Por el contrario, quien no encuentra motivos racionales y de sentido común para fundamentar la bondad o racionalidad de la oferta, y por tanto, no acepta sumisamente lo que se le propone, es catalogado como una persona de mente cerrada.
Parece que se ha invertido el significado de los conceptos, pues quien de verdad tiene una actitud de mente abierta, es aquel que está dispuesto a buscar otros horizontes de conocimientos fundados que, quizá, le descubran una verdad que no conocía, más allá de que pueda resultarle incómoda. Lo que motiva a una mente abierta es el amor por la búsqueda de la verdad, es la aceptación del otro, que me puede descubrir aquello que yo no he descubierto.
En un mundo, en el que se nos ha inculcado la comodidad como uno de los valores primeros, no es fácil abrirnos a los que han estudiado para guiar o iluminar nuestra vida. Es por ello que, en nuestras sociedades se ha vuelto raro, aquello que en otros tiempos era algo normal, como el recurrir a un sacerdote, o algún anciano sabio para entender mejor la vida y lo que nos pasaba.
En la mente de la mayoría de la población, con la exuberante información mediática se esconde la ilusión de creer que gracias a ella, podemos obtener formación y hasta sabiduría en las cuestiones más hondas de la vida. La formación, y la sabiduría, como siempre ha ocurrido en la historia, nace en nuestra alma a medida que vamos escuchando a los maestros, corroborando, cuestionando y formándonos una concepción propia de lo que somos y queremos ser. Dicho sea de paso, hoy en general, la educación impulsa una creatividad equívoca, pues frecuentemente fomenta la desconexión con las referencias al pasado.
El exceso de información no ha hecho a la gente más sabia, sino más enciclopédica en el mejor de los casos. La información que se ofrece desde los medios y desde la educación está tremendamente alejada de las más esenciales y profundas cuestiones de la existencia humana. Es que, ni siquiera se enseña una jerarquía de conocimientos, en base a los valores más preciosos de la vida. Como resultado, podemos enorgullecernos de profesionales exitosos, pero ignorantes del sentido digno de la vida humana. El relativismo imperante lo ha hecho posible.
El exceso de información ha cambiado la actitud ante el conocimiento autorizado, el auto-conocimiento y la autocrítica. Probablemente, siglos atrás se tenía más respeto y docilidad a la verdad, que venía presentada por el que sabía. Hoy nos hacen creer que aquello era autoritarismo e imposición. ¿No será que antes, la sociedad “dominada” por una concepción cristiana, se sentía más cercana a no evadir, como hoy, las cuestiones más profundas de la existencia humana? Y aunque no afirmemos una respuesta definitiva, sin embargo, ¿no sería más realista reconocer que la nuestra es una sociedad más superficial que aquella?
“Hoy vale lo mismo la opinión del sabio que la del ignorante” decía Juan Manuel de Prada comentando el compromiso que todos tenemos ante la verdad y para la sociedad.
En la era de la información, se nos ha impuesto como valor fundamental, la falacia de la igualdad. Se nos ha igualado a todos en la creencia de no ser menos que nadie, por tanto se nos dice, y lo creemos, que el maestro es igual al alumno, el pastor igual al parroquiano, el psicólogo igual al que necesita resolver conflictos y encontrar armonía en su vida.
Es, en este contexto, brevemente descripto, que los conocimientos más hondos, a veces hoy despreciados porque parecen inútiles, desarrollan una función iluminadora y pedagógica en nosotros, porque nos orientan a descubrir nuestro mundo interior, con sus límites y fortalezas, y nos ayudan a concebir la vida lo más objetivamente posible. No somos ni los primeros ni los últimos, nacemos en una historia de sucesos y también de ideas, podemos enriquecernos enormemente con ella, y a partir de ella seguir construyendo.
Hay muchas fuentes que nos acercan a estos conocimientos valiosos que nos hacen ver más allá. Una de estas fuentes se encuentra en la plataforma digital youtube, y el canal lleva por nombre “El tesoro de la Isla producciones”. Allí se comparte lo que, no sin esfuerzo, se ha cultivado y ahora se cosecha para enriquecer a los demás: desde pautas de educación de los hijos, pasando por el rol pedagógico de la literatura, análisis de situaciones actuales, hasta cuestiones filosóficas e históricas que hubiéramos querido aprender de este modo en la escuela o la universidad.