Quiero volver al 2020

El título inicial de este artículo era “Y seguirás ciego creyendo”, pero lo hemos cambiado, ya que el objetivo común en percepcionactual.com, es llevar al lector hacia un análisis serio de lo vivido, y sobre todo lo creído a las instituciones “seguras” y oficiales. Nos ayudará en este análisis la voz experta de la Dra. Karina Acevedo Whitehouse.
Digámoslo claro: haber vendido la libertad es una desgracia, pero aún mayor es creer que todavía la conservamos cuando no hacemos más que obedecer a la masa. En nuestro blog hemos analizado este fenómeno que se ha dado particularmente en los últimos 3 años, individuando las causas principales por las que la mente humana puede ser alienada, sustraída, conquistada para creer ciegamente en nombre de la ciencia por ejemplo, o de alguna institución, a tal punto de haberse convertido a una nueva religión, (Lo decíamos ya en Junio 2020 https://percepcionactual.com/nuevo-orden-nuevo-dios/ ) la cual trae como lógica consecuencia la deshumanización https://percepcionactual.com/deshumanizados/ y el enajenamiento https://percepcionactual.com/enajenamiento-y-fe/
Hoy más que nunca, cada ciudadano debería plantearse seriamente cuánto ha influido en sus decisiones este fenómeno de masa creado por la ingeniería social con objetivos bien precisos, y dar el salto a la fría autocrítica, sin temor a dar la razón a las evidencias que le muestran el haber sido engañado. Recordad, algo que dijimos hace mucho “lo del Covid, es sólo el comienzo”.
MINTIERON EN TODO
Mintieron sobre los orígenes del covid
Mintieron sobre las estadísticas de mortalidad por Covid
Mintieron en que no había tratamiento (vete a casa y si te pones azul vete al hospital)
Mintieron sobre los ventiladores y Remdesivir
Mintieron que los hospitales estaban a rebosar (mientras hacían coreografías de baile Tiktok)
Mintieron sobre las mascarillas
Mintieron sobre los encierros
Mintieron para evitar que la familia visitara a sus parientes moribundos
Mintieron sobre la transmisión al aire libre
Mintieron sobre la ivermectina, la HCQ, el zinc y la vitamina D.
Mintieron sobre la eficacia de las vacunas
Mintieron sobre la seguridad de las vacunas
Mintieron para intentar ocultar sus datos durante 75 años
Mintieron para ocultar el alcance de las lesiones provocadas por las vacunas
Mintieron incluso llamando a las inyecciones ‘vacunas’
Mintieron sobre la necesidad de “pasaportes de vacunas”
Mintieron para intentar justificar mandatos de vacunación abusivos contra los derechos humanos
Mintieron sobre las tasas de miocarditis
Mintieron sobre el exceso de muertes
FUENTE (recomendable): https://t.me/STOP_Agenda_2030
Para cerciorarse de la veracidad del texto anterior, proponemos seguir el aporte de datos de una gran experta en el tema, la Dra. Karina Acevedo Whitehouse, quién hace algunos meses hacía un resumen de la situación vivida estos años:
“Hace cinco días, la OMS, en voz de
su Director General, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró terminada la pandemia
de COVID-19, e indicó que ya no representa un “riesgo global” (https://news.un.org/en/story/2023/05/1136367).
Se escucha como una
buena noticia, y sin duda muchos están celebrando, pero, más allá de la
impresión superficial de la misma, no veo mucho motivo de júbilo.
Para empezar,
porque me parece triste cómo se han manipulado los hechos, las cifras, la
ciencia misma, para poder justificar, hace más de tres años, declarar una
pandemia, y ahora, el 5 de mayo de 2023 declararla terminada.
En la página de la
OMS, indican lo siguiente: De acuerdo a las estadísticas colectadas desde el
inicio de la pandemia, “los casos acumulados en el mundo son 765,222,932, con casi siete
millones de muertes: el dato preciso es actualmente de 6,921,614“. El problema es que esos casi 770 millones
de casos incluyen millones de
casos de personas sanas con pruebas que dieron resultados falsamente positivos,
incluyen también a millones de casos de otras enfermedades que eran y son comunes para
el humano, como la gripe,
como neumonías bacterianas, entre otras, además de enfermedades metabólicas y
crónico degenerativas, que, de pronto, pasaron a engrosar las filas de los
casos COVID. Y entre esos casi siete millones de muertos, también hay muchos,
muchos casos de personas que murieron por otras causas pero que, al tener la
prueba positiva, fueron contabilizados como “muertes COVID”. La
retórica, torcida, basada en falacias, arbitrariedades y mentiras, no ha
cambiado. Se sigue dando como válida la locura del ‘COVID largo’ como si se
tratara de un virus con posibilidad de establecer infecciones crónicas o de
permanecer en latencia (ningún coronavirus puede), en vez de comprender lo que
ha llevado a que tantas personas tengan ahora alteraciones graves en su salud
(desde la vida poco sana que han tenido en estos años, hasta las inyecciones
anti-COVID que algunos han aceptado como si fueran estampitas de colección). Se
sigue dando como válida la estolidez recalcitrante de que, cual chapulín colorado, el salvador de
esta pandemia fue la vacunación, cuando no hay evidencia de esto (todo lo
contrario, los análisis ecológico-epidemiológicos de los datos de ‘ourworldindata.org‘ muestran que los
países más inoculados son los que más casos, más muertes COVID, y más muertes
excedentes tuvieron).
No me cabe duda de
que, para mucha gente, realmente son estas inoculaciones las que explican el
que ‘cada vez mate a menos el virus’, aunque están – olímpicamente – ignorando
la evolución misma de un virus que, debido a su forma de transmisión, sufre
selección natural hacia las variantes menos virulentas. También parecen
ignorar, olímpicamente también, que estos productos ‘anti-COVID’ no frenan la
transmisión, así que no, no fueron las inoculaciones las responsables de una
baja en el número de casos y de muertes. En inglés, si me permiten la frase
soez, se quedaría perfecto decir “it’s evolution, stupid!“.
No, no es motivo de
júbilo para mí el que den por terminada una pandemia que nunca fue, al menos no
como la dijeron. Que den por terminadas todas las arbitrariedades carentes de
sustento científico (quédate en casa, usa cubrebocas, aléjate de tus seres amados,
desconfía de todo, muere de miedo cuando te lo digamos, forra todo de plástico,
echa desinfectante a todo…) cuando nunca
debieron haber ocurrido. Que crean que con una declaración todo lo mentido,
todo los crímenes, quedan como “bueno, ya, ya estuvo” es aberrante y
denigrante. No. No es motivo de júbilo.
Mucho menos es motivo de júbilo el
que, de acuerdo a la OMS, hasta el 30 de abril, 2023, se han aplicado más de
13,300 millones de dosis en el mundo, lo que representa a 5,580 millones de
personas que recibieron al menos uno de estos productos, y a 5,130 millones de
personas que completaron las dosis iniciales: el 70% de la población mundial
recibió estos productos. Dicho sea de paso, mi sincero respeto a la gente
dentro del 30% restante, que por los motivos que fueran, dijo ‘no’ a esos
productos.
Así que no, no
celebro ese pronunciamiento de Tedros Adhanom. La pandemia, me parece, sirvió
para implementar cambios que ahora damos por válidos; sirvió para meter una
plataforma vacunal – basada en ARNm sintético modificado – en el cuerpo de la
gente, y, sobre todo, en la psique: ahora, para muchos, son productos seguros.
No lo son. También sirvió para re-definir la censura, para inventarse conceptos
cuando lo necesitan (como, por ejemplo, la bestialidad de la “inmunidad
híbrida”), para tantas cosas que no debieron haber ocurrido jamás. Tampoco
celebro el que la declaración se haya emitido justamente cuando han iniciado,
como una avalancha, tantos casos legales de demandas y demás acciones debidas a
los efectos adversos de estos productos. No es casualidad.
Recientemente me
preguntó una persona si iba a dar por concluidas las actividades de
comunicación de la ciencia y transmisión del conocimiento que hacemos en Akasha
Comunidad, dado que 1) ya acabó todo, 2) la gente se está saliendo del canal de
todas maneras, y 3) a nadie le importa lo que dices ya. Veo la lógica del
cuestionamiento, pero no la comparto. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero
no, no creo que ya haya acabado todo. Cuando lo necesiten, ya están cimentadas
las vías para volver a, arbitrariamente, coartar la libertad de todos con un
nuevo coco-patógeno o epidemia del terror, y esta tecnología basada en ARNm
sintético será usada – a menos de que no lo permitamos – de manera más y más
rutinaria. Así que no, no creo que esto haya acabado.
Mientras tenga
energía para hacerlo y mientras haya personas interesadas en aprender y agarrar
su poder de decisión con conocimiento de forma genuina, seguiré compartiendo
información conforme mi tiempo lo permita. Si somos 60,000, si somos 6,000 o
somos 60, no importa en realidad. Esto no lo he hecho por popularidad, sino por
creer en lo que hago. Al menos sé que he empleado mi tiempo para hacer lo que
es congruente con lo que sé, lo que pienso y lo que soy. Y eso, para mí, hace
toda la diferencia.
No es lo mismo PANDEMIA, que planes pandémicos. De ello nos advertía la Dra Karina Acevedo:
Estimados miembros de Akasha
Comunidad: Ayer les escribí mi opinión sobre el ‘fin de la pandemia’ y
sobre por qué consideraba que esto no ha terminado
Hoy leí una nota
que refuerza mi opinión: El centro de control y prevención de enfermedades de
los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) emitió, el 8 de mayo, 2023,
una recomendación en cuanto al uso de cubrebocas. Básicamente, su
recomendaciones que sea usada, por personal de salud y otros (en ambientes
relacionados con el cuidado de la salud) de octubre a abril de todos los años
(ver: https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/hcp/infection-control-recommendations.html#anchor_1683225484627)
La ironía de esta
recomendación es tan grande que hasta puede palparse. ¿Ironía? Sí, me refiero a
que es irónico que el máximo instituto de control y prevención de enfermedades
recomienda que los profesionales de la salud (indican que esto aplica para
médicos, enfermeras, técnicos de salud, estudiantes, cuidadores, y también a
clérigos, los que preparan la comida, los que limpian, ingenieros que están en
el área, etc.) realicen, seis meses al año, durante su jornada laboral, una
actividad que no protege la salud, sino que la daña.
Dado que soy, en
palabras de Silvio, como el escaramujo que vive para preguntar, me preguntó
¿exactamente en cuál evidencia científica se basa la CDC para emitir su
recomendación? ¿Cuál evidencia sólida les ha llevado a recomendar que durante
seis meses al año, la gente que directa o indirectamente trabajan en la
profesión de la salud, incremente sus niveles de CO2 (por ejemplo, pueden ver
lo que encontraron en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/37057051/, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36232176/), incrementen sus
niveles de cansancio por baja oxigenación (https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/35415774/) e incrementen el
riesgo de desarrollar dermatitis por la proliferación descomunal de bacterias
en ese caldo de cultivo que se deposita en las fibras de la tela de los
cubrebocas? ¿Cómo es que antes de esta pandemia la misma CDC (y todos los
médicos y científicos del área) opinaba que más allá de su utilidad en el
quirófano, los cubrebocas pueden servir para
evitar transmitir aerosoles si quien los usa está infectado de un
microorganismo que coloniza el epitelio respiratorio, pero no sirven para
evitar infectarse? De hecho, ¡de los casi 2,000 artículos sobre el uso de
cubrebocas publicados al día de hoy, solamente el 26% fue publicado antes del
2020! ¿Será que la pandemia fue, en realidad, de estolidez recalcitrante e
irremediable?
La lógica a la que
apela la CDC es la de evitar el contagio del personal de salud durante la época
de infecciones respiratorias, pero, tal vez no se enteraron que la evidencia de
que las mascarillas sirven para eso es de deficiente a nula. Tal vez algún alma
caritativa debiera enviarles a los sabihondos de la CDC los muchos – muchos –
artículos que exponen este hecho (pueden buscar en el índice). Por si sienten
que son pocos (no lo son), comparto una nota más de inicios de este año que
habla, justamente, sobre uno de estos estudios: https://chicago.suntimes.com/columnists/2023/2/8/23591132/cdc-exaggerated-evidence-supporting-mask-mandates-column-jacob-sullum
Tal vez algunos pensarán que esto es
un problema de los estadounidenses solamente, y que ellos son los que tendrían
que protestar. Discrepo. Por un lado, las injusticias y arbitrariedades que se
cometen, aunque no sea a nosotros, debiéramos sentirlas como algo personal.
Indignarse por lo que le hacen a otros sin razón alguna, al menos a mí, me indigna.
Eso, me parece, es la empatía y la humanidad. Por otro lado, la CDC suele
marcar la pauta de lo que hacen otras instituciones de salud. En la pandemia ha
quedado claro, al menos eso me parece, que lo que pasa en un lugar, así sea en
un país lejano, nos afecta potencialmente a todos. Ya veo a la Secretaría de
Salud de mi país copiando la recomendación de la CDC bajo la letanía de
‘seguimos a la ciencia’ (a pesar de que la ciencia actual no apoya tales
recomendaciones).
Ojalá los
profesionales de la salud tengan el valor de hacer valer su derecho a respirar
libremente, y a defender el que puedan sus pacientes verles la cara cuando
hablen. Si, en vez de eso, siguen eligiendo exhibir sus partes pusilánimes,
agachadas y sumisas, ¡será interesante ver cómo estará la salud respiratoria y
dérmico-facila de los profesionales de la salud en los siguientes años!
Les saludo, Karina
AW