Conciencia negacionista

Todo científico que cuestione el relato oficial, deja de serlo ipso facto

El título es mío, el texto principal que publicaré no, pues lo leí en un canal de telegram llamado Counterpropaganda, que por cierto, recomiendo, para quienes tengan mente abierta y sobre todo para quienes todavía conserven esa llama viva, ese espíritu inquieto en búsqueda de la verdad… aunque sea en pos de indicios, pistas, probabilidades que nos lleven a vislumbrar la verdad, lo que sería en cierto modo estar con ella, o al menos, más cerca de ella. No hay nada más humano que eso, dado el don de inteligencia que nos distingue del reino puramente animal.

Quien ha dado el paso, se le presenta otro reto: el “misterio” de aquel que se niega a darlo. Teorías de la motivación de tal rechazo hay muchas, pero, a mi modo de ver, ninguna es convincente con todos los casos. Os lo comparto, porque me parece un texto excepcional y que nos hace pensar. De eso va percepcionactual.com

CARTA A UN DEFENSOR DE LA LINEA OFICIAL – Margaret Anna Alice

Lo comprendo. No quieres que te llamen “teórico de la conspiración”. No quieres que te tachen de “antivacuna”. Un “negacionista de la ciencia”. Un “extremista de extrema derecha”.
Tienes que proteger tu reputación. Tu credibilidad. Tus subvenciones.
Así que diluyes la verdad. Pasas de puntillas. No te metes en eso.

Y los filántropos, los tiranos, los Grandes Mentirosos, los democidas y sus facilitadores siguen lucrándose. Siguen conspirando. Siguen torturando. Siguen masacrando.
Te dicen a la cara lo que están haciendo.
Pero si te das la vuelta y los citas, tú eres el loco.

Si preguntas por qué un niño, un adolescente, un atleta u otro adulto sano de repente tuvo un ataque al corazón, sufrió un cáncer turbo o murió, tú eres el “repugnante de verdad”.

Si aportas pruebas científicas de que una inyección experimental a velocidad vertiginosa comercializada por una industria multimillonaria en connivencia con gobiernos, agencias federales, medios de comunicación y grandes empresas tecnológicas es peligrosa, el estafador eres tú, no las empresas que ganan miles de millones.
Si preguntas cuál es la causa de las muertes y lesiones repentinas que comenzaron a aumentar en 2021 con la esperanza de prevenir futuras tragedias de este tipo, eres “moralmente censurable” (y sin embargo “burlarse de las muertes por COVID de los antivacunas… puede ser necesario”).

Si señalas que tal vez deberíamos pensárnoslo dos veces antes de impulsar un producto que se calcula que ha matado a trece millones de seres humanos y sigue haciéndolo, eres la “principal fuerza asesina a nivel mundial” y culpable de “socavar la confianza pública” en dicho producto.

Si llamas genocidio al genocidio, eres el enemigo, el divulgador de desinformación, el antisemita.
Si te atreves a señalar que el Nunca Más ya está ocurriendo, te persiguen, aunque los supervivientes del Holocausto y sus familiares estén de acuerdo.
Si denuncias a los gobiernos por practicar el totalitarismo y ejecutar políticas que causan daños colaterales letales, eres el asesino de abuelas.

Si desafías a la gente a enfrentarse al dolor lívido y electrizante de quienes han perdido a seres queridos a causa de hospicidios incentivados económicamente, les estás incomodando.
Sabes que vives en un mundo de mentiras cuando la masa se enfurece más con los denunciantes que revelan los engaños, la corrupción y el asesinato que con los propios mentirosos, corruptos y asesinos; de hecho, se pisotean a sí mismos corriendo para defender a sus abusadores narcisistas.

Como dice Edward Snowden: Cuando exponer un crimen es tratado como cometer un crimen, ¡estás siendo gobernado por criminales!”.  Pero, ¿sabes qué?

Una vez que empiezan a llamarte con todos esos nombres horribles, te das cuenta de que no son más que mitos. Poco a poco te empiezan a importar cada vez menos.
Sabes que has llegado a la meta cuando sientes la estimulante liberación que supone gritar la verdad sin restricciones.

Esa es la etapa en la que las palabras nunca pueden herirte.
Te vuelves intocable.
Empiezas a coleccionar difamaciones como si fueran condecoraciones.
Cuantas más cicatrices puedas contar, más pruebas de tu eficacia, de tu amenaza a la hegemonía.
Es entonces cuando puedes VIVIR de verdad. Y con la verdad, no con la mentira.

Si somos suficientes los que nos levantamos y lo hacemos, podremos exigir responsabilidades a los culpables. Podemos presentar pruebas fehacientes de sus crímenes. Y podemos conseguir que se haga justicia… o morir en el intento, como los miembros de la Rosa Blanca, cuyas desgarradoras palabras siguen resonando casi un siglo después:

“No nos callaremos. Somos vuestra conciencia culpable”.

Voy a contarte un secreto.
Aguanta el tiempo suficiente y esa reputación desprestigiada se convertirá en oro reluciente.
Porque cuando los propagandistas te calumnian, eso significa que eres el bueno, aunque el público engañado crea lo contrario.

En el Mundo al Revés, persistir en ver las cosas del lado correcto – a pesar de la incesante, implacable e interminable campaña mediática – significa que has guardado valientemente tus posesiones más preciadas: tu integridad y tu cordura.

Como escribe Cummings:

“No ser nadie más que
tú mismo en un mundo
que hace todo lo posible día y noche para que seas como
todos los demás significa librar la batalla más dura
que cualquier ser humano pueda librar y no dejar nunca de luchar.”

Lo más gratificante de todo es que encontrarás compañeros de tu misma calaña, y juntos os pondréis manos a la obra para alcanzar vuestro anhelo.

Una vez que vivas en consonancia con tus valores, sentirás la alegría más profunda que se pueda imaginar.

Y cuando los criminales de COVID hayan sido declarados culpables, cuando los hechizos se disuelvan, el pueblo despertará poco a poco de su coma y te reconocerá como el héroe que eres.

O no. La mayoría estarán demasiado avergonzados para admitir que fueron estafados. Para darse cuenta de que protegieron a tiranos fascistas y atacaron a quienes intentaban rescatarlos.

Pocos encuentran esa valiente humildad dentro de sí mismos para reconocer su complicidad en el totalitarismo.

Así que se envolverán en una reconfortante negación y arremeterán contra cualquiera que intente sacarla a la luz.

Pero seguirás intentándolo. Porque eso es lo que hacen los que dicen la verdad. Eso es lo que hacen las personas que se preocupan por salvar vidas. Eso es lo que hacen las personas íntegras, aunque nadie lo reconozca.

Sabes en tu corazón lo que es verdad, y lo dices. Y nadie podrá volver a silenciarte.

Aunque te maten.

Tu valentía te sobrevivirá.

Tus palabras permanecerán como velas, iluminando el camino de futuros reveladores de la verdad. Y estarás en paz, en la vida y más allá.

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