Hay UNA esperanza
La presente es una breve propuesta de reflexión para vuestro análisis, que iremos profundizando en próximas entregas.
Ante el acontecer inusual e inesperado del mundo, especialmente con la colosal operación de masas que significó la Covid-19, la cual logró experimentar que era posible quitar los derechos y libertades de todo el mundo, sin más justificación que la propaganda mediática y la complicidad de las instituciones, quienes dedicamos horas y días a pensar en el rumbo que se perfilaba, fuimos encontrando indicios, y también certezas de un plan global gestado desde hace muchos años, al menos desde el fin de la segunda guerra mundial.
Una vez conocidos los objetivos y lineamientos de ese plan que es llamado con distintos nombres (Agenda 2030, Gran reseteo, capitalismo inclusivo, Nuevo Orden mundial etc.) cabe preguntarse:
¿Existe una concepción diametralmente opuesta a dicho plan?
Sí, existe, y es la concepción cristiana, justamente la concepción sobre la que se construyó la civilización occidental, como lo muestra el estudio histórico del Analista político, escritor e historiador Thomas Woods. (aquí se puede leer o descargar el libro).
Para corroborar los sólidos argumentos en los que basamos dicha afirmación es necesario un estudio serio de los principios y valores enseñados por Jesús de Nazaret. Y hace falta no confundirlos con los “principios y valores” de un pensamiento cristiano predominante que deja de lado la trascendencia de la vida humana, y reduce todo el mensaje de Cristo a un pensamiento inmanente, y consecuentemente mundano.
Hoy 13 de setiembre, la Iglesia Católica celebra a San Juan Crisóstomo, santo de gran importancia por ser de aquellos que por su proximidad temporal conocieron el cristianismo en sus orígenes. Hoy, todavía se propone a clérigos y consagrados sus famosas homilías. Presentamos un extracto de una de ellas, la cual deja en claro la genuinidad del alma cristiana que lejos de sumirse en miedo a la hora de las grandes calamidades, encuentra en su “Roca” los motivos para vivir con la esperanza firme de una salvación.
“Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús.
Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio ellos? Y, allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará presente el Señor? me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estoy con otros todos los días, hasta el fin del mundo.
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña”. (Homilía antes de partir en exilio, 1-3. PG 52,427*-430). Homilía completa leer aquí.
Para PROFUNDIZAR EN LOS OBJETIVOS DE LA AGENDA, ya en julio 2021 escribíamos detalladamente cada uno de ellos. Puede Usted leerlos aquí.