Hora de los laicos: clericalismo y pastoreo

Es frecuente que escuches en tu parroquia, que la Iglesia vive o debe vivir hoy la hora de los laicos. Y no es para menos, cuando en las parroquias, salvo excepciones, cada vez son menos los que quieren asumir compromisos desinteresadamente (por interés hay muchos).  

La nueva evangelización, o mejor sería llamarla la evangelización actual, necesita de los laicos ciertamente, como lo ha necesitado la Iglesia de toda la vida; si bien no siempre ha estado reconocida y bien ponderada su labor, pero los laicos han estado y han obrado mucho en el crecimiento de la comunidad. Es cierto, que bajo la autoridad, a veces, autoritaria del párroco, es lo que debería significar aquello que aparece frecuentemente en discursos e intervenciones de la santa Sede con el nombre de clericalismo.

El problema está cuando se confunde clericalismo con pastoreo, cuando el pastor deja de ser pastor en el sentido de guía, de luz del rebaño. Hoy parece que se lo relega a un mero acompañante en la fe, pero no un maestro, alguien que tiene la gracia de estado para guiar y no sólo en temas de fe, sino también en temas sociales, y a esto es a lo que me voy a referir para demostrarlo.

Basta que miremos, la formación que recibe un sacerdote (de 7 a 11 años). Es cierto que cada vez, la formación es más débil sobre todo en cuanto formación filosófica (metafísica). Parece que se ha caído en la idea del imaginario colectivo que considera la filosofía un saber que no sirve para la vida real, cuando objetivamente hablando es el conocimiento más profundo y cierto de las causas últimas que permiten discernir sobre la realidad.

Aun así, la formación de un sacerdote católico posee, en mayor o menor medida certeros principios, criterios sólidos, una lógica y contenido que parte de su estudio de la fe cristiana, fe que ilumina el camino que debe recorrer el ser humano para evitar caer en el mundanismo del cual mucho se habla pero pocas veces se lo identifica con falta de trascendencia, falta de visión sobrenatural de la vida, acomodación en el inmanentismo. La preocupación desmedida de la Iglesia por los problemas globales, muchos de ellos supuestos y no demostrados más que por el bombardeo mediático constante, es un signo de cierto abandono de la mirada trascendente.

En lo social, el sacerdote podemos decir “sabe de política” mucho más que la gran mayoría de laicos. Hablamos del saber político, de la filosofía política y no de esa farsa actual que muchos han llamado con acierto la partitocracia. El sacerdote formado que ha estudiado y estudia la doctrina social de la Iglesia, tiene el deber de ser maestro, no sólo acompañante de los laicos.

Desgraciadamente, incluso desde medios católicos y con periodistas supuestamente formados se nota una deriva y desconocimiento de los engaños que se están imponiendo desde las altas esferas gubernamentales sopranacionales. Así la emisora COPE reducía a mera politización el proyecto Agenda 2030, sin reparar en sus objetivos nefastos.

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Voy a fundamentar esto que he dicho, es decir de la necesidad de pastores formados que guíen y sepan discernir las causas profundas de un modelo de sociedad que ya se ha puesto en marcha, pero que llevará a la humanidad al abismo y destrucción de sus derechos más fundamentales.

Expone el Dr. Ricardo Pierpauli y la única pregunta que dejo, es ¿cuántos laicos tiene cada pastor en su parroquia capaz de entender estos temas con la profundidad de esta exposición, la cual un cura más o menos bien formado, sí lo entiende? No son disquisiciones filosóficas inútiles, es la vida de las personas, la libertad, la economía, la capacidad de producir y expresarse, comprar y vender. Todo está en juego, pero hoy parece que ni siquiera los pastores se han enterado…   

Daniel Ceratto