Los pasos que daríamos si nos amáramos más (2º parte)

Ideas más o menos profundas, para vivir mejor (ver primera parte)

El cuarto día, deja que en el silencio de tu interioridad se dibujen todos tus familiares, amigos y conocidos y tu relación con ellos, deja que emerjan los conflictos no resueltos, y también las bondades de cada uno de ellos. No minimices lo bueno que hay en los demás, ni justifiques lo malo que puede haber en ti. El mal siempre es mal aunque sea pequeño, y siempre será una buena obra quitarlo, si es posible. No los mires desde lo que eres allá fuera, míralos desde lo que eres allí dentro, donde se ven más claras las manchas y limitaciones. Aprovecha el tiempo de silencio para ver todo eso, que quizá allá fuera no alcanzas a ver.

Toma conciencia, del valor de un saludo, una llamada, un gesto. Piensa en quien te cae menos bien, quizás sea el que más necesita de ti. No existen personas tóxicas como nos quieren inculcar, existen personas heridas y necesitadas. No se te pide hacerlo todo. Examina cual es la parte que te toca a ti. Si la haces, aunque parezca que nada cambia habrás sembrado una semilla, que un día Dios hará germinar.

El quinto día, en este orden que no va por importancia, deja que la luz interior te presente a tus hijos y a ti delante de ellos. Recuerda que allá fuera no siempre podemos ser objetivos, la luz está allí dentro. No traigas al interior los eslóganes de la justificación “con ellos todo está bien”, “hago lo que puedo”, “les doy todo”. No que sean falsos, sino simplemente son de fuera, es decir no contrastados, no pensados.

Deja que en el silencio emerjan preguntas claves: ¿Qué tan cierto es, que les estoy dando lo mejor? ¿qué es lo mejor para mí, a qué le doy mayor importancia? ¿Tengo yo, lo que quiero dar? ¿Cuál es mi escala de valores, qué lugar ocupa en ella la vida interior, el alma?  No es posible tener una visión clara en la educación de los hijos, si nos atenemos a lo que la mentalidad actual pregona. Los medios intentan minuto a minuto justificarlo todo, normalizarlo todo, sin embargo cuando se analizan los criterios desde el interior, se ve la profunda confusión y decadencia de lo que se llama hoy “valores”.

Pregúntate qué criterios de conducta estas inculcando con las palabras y sobre todo, con el ejemplo, y atrévete ir un paso más allá ¿puedo mejorar? Y si eres cristiano, verás que nada hay más potente, más sólido que la sabiduría moral cristiana. Ella es el camino de la mejor realización personal. Atrévete a conocerla. ¿No has leído todavía los Evangelios?En el sexto día, en tu refugio interior no huyas de las cuestiones más importantes de la existencia humana: ¿para qué estamos en este mundo? ¿de qué vale mi esfuerzo diario, a dónde va a parar? ¿todo termina en la muerte? No son preguntas inútiles, no son preguntas sin respuestas. Lo son quizás allá fuera, pero dentro no. Dentro hay una luz interior que nos guía; lo más probable es que no encontremos respuestas inmediatas, lo más probable es que tengamos que recorrer un camino, volvernos viajeros sencillos sin la mochila de los “razonamientos” de fuera. Así como la interioridad es entrar en otro mundo, también la respuesta a las cuestiones esenciales de la vida como su sentido, exigen subir a otro nivel. Si hay algo que entendemos cuando aprendemos a vivir en la interioridad, es que no toda la realidad es medible con criterios científicos. Parte de esto lo expresaba la conocida frase del Principito “lo esencial es invisible para los ojos”. Qué poco nos ocupamos hoy de lo esencial, debería preocuparnos!

En el último día de esta semana, no sería desacertado dejar que el silencio ponga delante de ti, la cuestión del mal ¿qué concepción del mal tienes? ¿la has formado tú o la han formado en ti? Allá fuera, esa línea que a lo largo de la historia ha separado lo bueno de lo malo, se intenta borrar, con la ilusión de que si no lo pensamos, no existirá. El mal no está como entidad, pero sí está en hechos que tienen como causa ideas y decisiones malas, es decir, dañinas para sí y para los demás.

 Allá afuera, nos dicen que lo malo es relativo; pensado así, cada vez quedan menos acciones condenables universalmente: es la justificación del mal. Sería bueno que nos dejásemos iluminar en nuestro interior para caer en la cuenta que el bien y el mal libran una lucha principalmente allí dentro. Es allí donde decidimos,  donde nos enfrentamos a nuestros vicios y nuestras intenciones no tan rectas, en una palabra, es allí donde batallamos con nuestro egoísmo. Si el mal fue definido como ausencia de bien debido, entonces la omisión de algo que debemos hacer también aquí cuenta: “Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada” (Edmund Burke). 

Estas orientaciones o consejos solo pretenden dar un pequeño impulso a la búsqueda del tesoro interior que todos tenemos, pero que pocos se deciden a escudriñar.

El Tomense

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