Los pasos que daríamos si nos amáramos más (1º parte)

Unos pocos minutos cada día serían nuestra mejor inversión

La paz se construye desde la propia bondad interior

Para mejor comprender la presente publicación leer el post anterior sobre la maravilla del silencio

La interioridad es el espacio misterioso, el mundo más íntimo al que ingresamos por la puerta del silencio para poder buscar la verdad desde el más profundo encuentro consigo mismo. Es, como habíamos dicho, nuestro centro de vigilancia y toma de decisiones, nuestro mejor refugio. Es allí donde se edifica nuestra calidad de personas, nuestras relaciones con los demás, nuestra entrega o egoísmo, nuestro amor o desamor. Lo que somos en la vida exterior, es un reflejo de aquello que hemos “cocido” dentro.

Es inútil que parezcamos un rascacielos, cuando interiormente no hemos construido más que una choza. Por ello, es de capital importancia dedicar tiempo a edificarnos desde la interioridad; ello exige valentía, espíritu de sacrificio, esfuerzo y humildad.

Ahora que, al menos hemos despertado la curiosidad por ese mundo interior, deberíamos pasar a los hechos. Primero, superando ese mal consejo de ensimismarnos sólo por un segundo. Tenemos que aventurarnos a entrar a lo profundo de ese yo, es inútil solo abrir la puerta e inmediatamente cerrarla sin entrar. Necesitamos entrar y reposarnos en nuestro interior.

Sería útil y práctico enumerar qué hacer o no hacer allí dentro, cómo situarnos, qué actitud tomar. Habría mil maneras, pero solo imaginariamente podríamos mencionar algo para hacer cada día de la semana, en esos minutos, 10, 15 o media hora que deberíamos dedicar en aquello que ciertamente será nuestra mejor inversión.  Al inicio, como todo arte y destreza, quizás sintamos la incomodidad. Podríamos relajarnos con un poco de música clásica, pero después debemos buscar el gusto del silencio.

El primer día, una mirada a sí mismo. En estos días que estamos más sensibilizados con la afectación de un virus, nos puede ayudar trasladar esas percepciones a la vida interior, y sacar conclusiones. Por ejemplo, estos días hemos caído en la cuenta de que la moral es importante, que no es subjetiva, que necesita de referentes y autoridades para que todo funcione mejor. En la vida exterior no hay tiempo ni silencio para darse cuenta de aquello que más nos contamina. Es más, las voces de la mentalidad dominante nos impulsan a normalizar aquellas acciones que en realidad son tóxicas para nuestras relaciones o para nuestro bienestar integral, alma y cuerpo.

La educación en humanidad ha perdido mucho terreno. Por ello, con mayor razón, es en nuestra interioridad donde podemos libremente ver aquello que no vemos fuera, es allí donde podemos situarnos contracorriente, sin que nadie nos censure. Y como el amor empieza por casa, hemos de vernos a sí mismo y especialmente, ver aquello que no nos gustaría que formara parte de nosotros: soberbia, orgullo, superioridad moral, falta de comprensión, heridas que no me decido a reconocer para poder curarlas. En una palabra, hacer de médico o psicólogo por unos minutos, tratando de individuar las causas, para dar un diagnóstico y así poder empezar un tratamiento que nos vaya curando.

En el silencio de nuestra interioridad encontraremos las mejores estrategias para visibilizar lo que nos hace bajar de calidad como padre, madre, esposo/a, hijo/a, y por tanto lo que muchas veces daña a las personas que más queremos. Todos expresamos lo que llevamos dentro, pero pocos se deciden a cambiar lo que llevan dentro.

Escapamos a la moral de los propios actos, es nuestro natural “instinto” de justificarnos. Deseamos la moral, pero para los demás. Para nosotros creemos que la moral nos esclaviza, cuando en realidad es la que nos libera de aquello que pueda dañarnos o llevarnos a dañar a los demás.

El segundo día podrías dedicar el tiempo en silencio a pensar en tus relaciones, especialmente con esa o esas personas que están más cerca, los próximos, los prójimos. ¿Podrían ser mejores esas relaciones? ¿De qué depende y cuál es la parte que te toca a ti? ¿podrías ayudar a la otra persona en hacer su parte? Quizá tenga obstáculos que tu no tienes.

Llaman la atención, en estos tiempos las relaciones de pareja donde el proceso de convivencia dibuja una curva extraña: todo va en subida hasta el día de la boda, va en subida el cariño, la pasión, el diálogo, la entrega, sin embargo, todo parece empezar a caer después de casados, como si el objetivo del amor fuera la boda y no el crecimiento en la complementariedad y el amor para hacerse feliz el uno al otro ¿qué está pasando? Hallo una explicación en los actuales principios éticos de la relación de pareja. Mientras, no seamos críticos de esos principios faltos de profundidad y por tanto de humanidad, el ideal del matrimonio feliz no pasará de ser un sueño incumplido. Más interioridad para descubrir que es posible una relación no sólo estable, sino en continuo crecimiento, aprovechando tanto de los momentos que gustan, como de los que nos desconciertan.

En el tercer día puedes dedicar tiempo a plantearte seriamente, sin fanatismos pero también sin prejuicios, tu relación con el principio de todo cuanto existe: Dios. Si eres creyente cristiano y en la fe encuentras la convicción de su existencia, pregúntate entonces ¿qué lugar ocupa en tu vida el ser verdaderamente necesario e imprescindible. Sinceramente plantéate ¿Quién es El para ti y tus hijos? ¿hasta dónde tiene permitido entrar en la vida de cada uno? ¿Hasta dónde su Palabra, sus enseñanzas son el faro que guía vuestras vidas?

 Si no eres practicante, deja que la razón indague, deja que ella también descubra lo metafísico y aun lo que está más allá de sus límites lógicos. Deja a tu espiritualidad encontrar su alimento. No podemos seguir creyendo en la nada como origen de toda esta maravilla de Universo que vemos y que ni siquiera conocemos en su totalidad. Recuerda que en la interioridad, eres libre de toda censura. Deja que la luz que alguien dejó allí dentro, te ilumine.

Entre las tantas cosas que esta situación crítica nos ha hecho ver , está el haber abierto los ojos a nuestros propios límites, a nuestra condición de creaturas.  Somos tan vulnerables como el hombre de las cavernas, y quizás, nos atormentan más miedos que a él. Aunque la publicidad nos intente convencer que somos dueños de nuestra vida, la realidad nos dice que nuestros días terminan cuando Alguien nos llama.

El Tomense

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