Desencadenamiento

Iniciamos el mes de octubre y una estación otoñal en el hemisferio norte. En dicho periodo a lo largo de la historia se han sucedido acontecimientos inusuales, a modo de desencadenamiento de sucesos. Este año 2023, no es para nada una excepción, al contrario, ciertos eventos mundiales parecen señalar el inicio de tiempos intensos, e incluso decisivos entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal.

Lo espiritual y trascendente, en los que incluso el bautizado moderno no cree, está íntimamente relacionado a lo natural. Todo el obrar humano, individual, social, geopolítico está sujeto a decisiones que encarnan una fe, fe en sí mismos, en la ciencia, en el poder, en demonios, o en el Dios verdadero venido en carne, Cristo.

La creación no es una masa material, es mucho más. En ella fluye, aletea el Espíritu divino (Gen. 1,2) el ser por esencia. No por nada, la naturaleza obra divina, tembló y en cierta manera avisó de la muerte del Hijo de Dios. Así lo afirma un testigo cualificado “Jesús lanzando un gran grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, la tierra tembló, las piedras se partieron”. (Evangelio de san Juan, 27, 50-51).

La población europea en particular, aletargada por un sinfín de somníferos digitales, políticos y mediáticos difícilmente ahondará en las causas de un futuro poco halagador, causas que ya están a la vista y de las que muchos profetas de nuestro tiempo han dado voces hasta el cansancio. Nuestro humilde trabajo, ha sido un granito de arena más, que ha puesto a disposición de nuestros lectores, datos y argumentos para discernir lo que en los evangelios el mismo Cristo, llama “los signos de los tiempos”.

No queremos huir de la batalla, por el contrario queremos seguir al Crucificado porque sabemos que la Victoria es de El, y solamente de El, a quien se le ha dado pleno poder en la tierra como en el cielo. Nos ponemos bajo la protección de su fiel servidor, potentísimo Jefe de las milicias celestiales, san Miguel Arcángel, el verdadero, el guerrero, y no ciertas imágenes oficiales que lo destituyen (ver aquí a qué nos referimos).

ORACIÓN CONTRA EL INFIERNO Y SUS POTENCIAS

Existe una oración que fue mandada rezar a los cristianos católicos de todo el mundo, por el Papa León XIII, después de una visión terrible el 13 de octubre de 1884. Por razones sin razones, inexplicablemente, se quitó esa costumbre de rezarla en la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II…

Aquí la historia:

Antes de la “reforma” litúrgica debida al Concilio Vaticano II, el celebrante y los fieles se arrodillaban al final de la Misa para rezar esta oración a san Miguel Arcángel:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

¿Cómo nació esa oración?


El 13 de octubre de 1884, el Papa León XIII, experimentó una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solamente él veía. Su rostro tenia expresión de horror y de impacto. Fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporó, levantó su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Qué le sucede, Santidad? ¿Se siente mal?
El respondió: “¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!”, y se encerró en su oficina.

¿Qué vio León XIII?
“Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que el podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo.”

– Según otra versión, el Papa León XIII, escuchó a Satanás pedir a Dios Padre más poder y tiempo para afligir y probar la fidelidad de su Iglesia. Y Dios en sus inescrutables designios, se lo concedió. Entonces vió legiones de demonios que salieron del Infierno, y como negras sombras invadieron toda la tierra durante un siglo. Comprendió el Papa la gran importancia que tendría en la lucha el Arcángel San Miguel (Dn. 12,1) y que era el destinado a encadenar y encerrar con las llaves del abismo a todos los demonios (Apoc. 20, 1-3)

Por tanto, de esa experiencia que tuvo el Papa Leon XIII, surgió la oración que quiso hacer rezar en toda la Iglesia. El la rezaba con voz vibrante y potente: la oímos muchas veces en la Basílica vaticana. No sólo esto, sino que escribió de su puño y letra un exorcismo especial contenido en el Ritual romano (edición de 1954, tít. XII, c. III, pp. 863 y ss.). El recomendaba a los obispos y los sacerdotes que rezaran a menudo ese exorcismo en sus diócesis parroquiales. El, por su parte, lo rezaba con mucha frecuencia a lo largo del día”.

Oración a San Miguel Arcángel
(Papa León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén

– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén