Un católico no habla de política

Desgraciadamente, no sin clara implicación de los que deben guiar e iluminar el pensar y actuar cristiano, los católicos de hoy cada vez se van mimetizando más con el mundo, con esa mentalidad mundana la cual, o bien combate la cuestión espiritual, lo sagrado, la presencia de Dios o bien no le interesa; y si en algún caso, la tiene en cuenta, no es más que para usarla como una etiqueta simbólica de la que se puede sacar provecho.

Una clara manifestación del abandono de la verdadera doctrina cristiana respecto a ciertos temas, como la política, es la expresión: “en política mejor no meterse”. Y así, se ha creado en el clero y en el laicado católico una línea implícita de poco aprecio o incluso indiferencia a la cuestión política.

Por otro lado, tenemos voces católicas que hablan de política como la Cadena Cope, pero más que política es más preciso llamarlo politiqueo barato, pues no se sale jamás del juego bipartidista, y el endiosamiento de la democracia. Siendo como es una emisora de supuestos valores cristianos, mucho deja que desear a la hora de ser una referencia en la formación de las mentes católicas en tema tan esencial a la vida humana como es la política, es decir el ordenamiento de la polis.

Si el Evangelio nos invita a socorrer al oprimido, ayudar al débil, fomentar una vida digna ¿no será preciso incidir en aquel ordenamiento que es la fuente tanto de leyes como de recursos para dar a todos una vida digna? ¿No parece demasiado simplista dejar que el Estado haga lo que quiera con hombres y mujeres, y después los católicos salir a vendar la heridas del apaleado? ¿Qué hubiera hecho el buen samaritano si hubiera visto a los maleantes y hubiera tenido posibilidad y recurso para defender al pobre hombre?

Sin embargo, tristemente en la Iglesia, en especial desde el Vaticano, hay un silencio frente a quienes oprimen al débil, y ese silencio consiste en no poner en nadie concreto la culpabilidad (cuando bien se sabe) o bien elegir un chivo expiatorio y poner la culpa en algún sistema económico (capitalismo), para blanquear otro (comunismo); cuando lo que debiera predicar es la verdad del matrimonio actual entre capitalismo y comunismo, el cual ya gobierna el mundo. Muchos nos preguntamos porqué de esa alianza no se habla, porqué jamás son mencionados los que claramente están oprimiendo a la población…

Basta al buen católico abrir el Catecismo de la Iglesia Católica (Tercera parte, capítulo segundo) y corroborar si en su país, el Estado cumple los requisitos para ser autoridad legítima y por tanto objeto de obediencia; me limito a citar los numerales 1901 y 1902:

La diversidad de los regímenes políticos es moralmente admisible con tal que promuevan el bien legítimo de la comunidad que los adopta. Los regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien común de las naciones en las que se han impuesto.

La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral. No debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como una “fuerza moral, que se basa en la libertad y en la conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido” (GS 74, 2).

«La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad procede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma de violencia» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 93, a. 3 ad 2).

Bien vendría a los católicos, volver a los sanos principios que construyeron esta sociedad occidental ahora atacada y lejos de ser defendida, porque los héroes cristianos de las grandes epopeyas ya no están. (ver artículo al respecto). Aquí dejamos para lectura también de no católicos, un enlace al tesoro de principios esbozados en el Catecismo, los cuales dan a la inteligencia luz para discernir el bien y el mal en materia social, más allá de discursos populistas de las cuales tampoco la Iglesia hoy se libra.

Enlace a la tercera parte del Catecismo, capítulo segundo “La comunidad humana”

Finalizamos esta publicación, con un texto simple pero contundente que nos ofrece en Facebook la página This is Spain:

“Sí, nos duele España, entre otras muchas cosas, porque mirando a su pasado brilla por todas partes su historia cristiana y se descubre que la fe de Cristo ha forjado nuestra Patria, uniendo a regiones y pueblos diversos en un proyecto común, mientras que en los tiempos actuales vuelven los proyectos laicistas decimonónicos de borrar en ella toda huella de cristianismo para hacer una España que ya no sería España, sin raíces, sin Historia, sin Tradición, sin alma” Hemos escogido este párrafo de la Homilía pronunciada por el padre Santiago Cantera en la Solemnidad de Santiago Apóstol de 25 de julio de 2020 pues describe perfectamente la inquietud de cualquier español de bien.

Por ello, desde esta página pretendemos que se comprenda España desde su verdadera naturaleza histórica; “la Patria hispana vive de la fe en Cristo y es tierra de María”, no se puede revocar esa verdad, porque así fuimos y así deberíamos seguir siendo; “no tengáis miedo”, dijo Juan Pablo II. De lo contrario, incurrimos en lo profetizado por Menéndez Pelayo, si no reconocemos la auténtica grandeza de la Patria: “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas”, no cabe duda que es la situación que vivimos y conocemos: “cantonalismo y reyes de taifas”

Damos las gracias a los 57.000 seguidores, que entendéis estas palabras, que valoráis nuestro trabajo por amor a España. Y recordad –porque ya hemos insistido varias veces-: “La contrarrevolución no es hacer la revolución contraria, sino hacer lo contrario de la revolución.” Que nuestras armas sean la verdad y la justicia, y practicándolas tendremos la máxima fuerza moral para impedir que otros las conculquen en daño de la Fe y la Patria. ¡Muchas gracias a todos!…y seguimos”.

Muchos, o quizá no tantos, deseamos el despertar del pueblo español, despertar a la verdadera libertad, al raciocinio, a la liberación de la aceptación sumisa de un relato único en el que malos políticos y malos medios de comunicación nos tienen aprisionados. Deseamos, aquello que el Creador ha puesto en nuestra naturaleza, libertad en la verdad.